domingo, 30 de agosto de 2009

DEVORADOR DE SUEÑOS

Ilustración de Erica Chappuis para una fábula titulada “la cueva del deseo” escrita por el Subcomandante Marcos.
Anda, dime que a ti también te gusta este dibujo.
A mi me gustan mucho las ilustraciones de Erica Chapuis. Sus dibujos se parecen mucho a mis sueños que suelen tener últimamente música de Eric Clapton. Si, lo siento tengo sueños así, gratis, sin beber ni tomar nada tóxico.
Otros prefieren ver la tele y comer pizza y beber cocacola sin cafeína. Hacia mucho tiempo que no contemplaba la ilustración de un sexo, un vientre unas piernas tan verdad. Te he soñado así. ¿Te reconoces?.

DESAYUNAR CUANDO EL MUNDO SE PARA

(Alyssa Monks " a la mañana siguiente")

Desayunar nos enfrenta con el hambre. Puede ser que hayamos dormido y llevemos sin comer ni beber siete o más horas, puede ser que no hayamos dormido y la única comida haya sido otro cuerpo. Un desayuno rico, apetecible y bien acompañado inaugura un día feliz o nos arruina definitivamente el existir hasta mañana. Quién no desayuna bien y echa un par de sonrisas antes de quitarse las ojeras y pasar por el limpia sueños de la ducha es definitivamente un desgraciado o una desgracia.

El tiempo se detiene a veces. Es mentira que la tierra no interrumpa a veces su rodar por el vacío sobre si misma y alrededor del sol. El universo a veces no se expande, se toma un respiro, descansa por unos minutos, se detiene, pero no nos damos cuenta. Solo a veces descubrimos esos pozos de tiempo. A mi me ocurrió una vez, pero hace tanto tiempo que ya no recuerdo la fecha. Pasamos la noche entera sin dormir y nos sorprendió el sol de la mañana. Teníamos ojeras, agujetas y esa boba sonrisa que pinta el amor excesivo en los labios. Abrí los ojos, vi los tuyos cerrados, toqué la piel de tus labios hinchados y el tiempo se detuvo. Noté claramente su frenazo, los chirridos de los ejes inmensos del planeta deteniéndose como un vieja locomotora a vapor y después nada, solo silencio, solo las primeras palabras de tu despertar, esa primera mirada, ese beso de reconocimiento mutuo tras haber sido cómplices del reino salvaje de la vida.

Te levantaste de un salto de la cama, llegabas tarde a la agencia, a tus obligaciones, a tantas cosas por hacer ahí delante y yo me quedé en tu cama aún unos segundos, en esa cama antigua, saboreando el tiempo detenido hasta que noté de nuevo que el mundo se ponía en marcha con ruido de engranajes milenarios, empujándonos lejos, obligándonos a vestirnos con el disfraz de nuestros nombres y nuestras profesiones.

Desayunamos fuera, en un bar de barrio, aún lo recuerdo, igual que recuerdo tus ojos recién abiertos, los relojes parados, las dos sonrisas, el metro que nos separó para siempre o para casi siempre y todas las palabras que no te dije, ni te diré nunca.

sábado, 29 de agosto de 2009

BOCADILLO PARA VIAJAR AL SUR

Para los viajes nada hay mejor que el sufrido bocata ya que las comidas de los aviones son una especie de veneno de colores escondido en bandejas de aluminio. Arzak se ha inventado unos cuantos bocatas para cuando hay que coger vuelos largos en los que amenazará el hambre y de su inspiración de hombre práctico sale este:

Tres trozos de merluza sin espinas, se salan, se rebozan con huevo y luego se pasan por harina y se fríen a fuego medio, cuando estén dorados por un lado se fríen por el otro, se retiran en papel absorbente y se colocan dentro de buen pan junto a unos tomates que hemos asado en el horno (tomates con piel, partidos por la mitad y espolvoreados con orégano fresco aceite, sal y azúcar. Tras asarlos los pelamos y colocamos un poco de su carne sobre el pan). Es un bocata sin trampa ni cartón que será envidia del resto de sufridos viajeros.

Pero hay otros viajes en los que haré este bocata para ti ahora que disfrutas de nuestro mar del sur. Quisiera cruzar contigo los dos fines del mundo que hay aún más al Sur, en mis Sur de niño: el Cabo de Hornos y el Cabo de Buen Esperanza. Nos limpiará el viento frío y húmedo de esos mares, de esa tierra, toda la tristeza, todas las arrugas y toda la prudencia de vivir. Te abrazaré en cubierta y cerraré los ojos para sentir lo salvaje y sumergirme en ese mar oscuro que es la memoria donde solo son felices los cachalotes y los hombres y mujeres que viajan en el amor como escribió Benjamín, siempre sin patria.

Llevo los mapas que durante toda la vida he dibujado para ti. No me perderé, ni me arrastrarán las corrientes o borrascas. Sé que el viaje es duro, difícil, extraño, no hay allí, en el sur, playas de arenas calientes ni mares turquesa, pero hay verdad, salitre helado y aunque te abrace entonces por encima de tu anorak de plumas, te abrazaré antes y después en la verdad desnuda de los cuerpos viajeros, esos que buscan en el Sur, en el fin del mundo de sus tierras, nada. Porque no hay nada que buscar en el amor, ni en el placer, nada. No buscaré tu placer ni el mío, ni rituales, ni orgasmos, ni descanso, solo tocarte la sonrisa, cruzar tu cabo de Hornos y tu cabo de Buena Esperanza, hundirme sin respirar en tu memoria, en el fondo de tus ojos, en la caricia de ola de tus dedos, nadar dentro de todos tus abrazos, reírme de abismos y borrascas, aspirar el olor de tu agua y tus mareas y no terminar nunca de asombrarme.

Nada hay detrás del amor , ni tierra segura, ni descanso, ni sueño, solo tu mano en la mía cuando hay que cruzar los mares helados del Sur, tus palabras en las noches más oscuras del mundo arropando mi piel y las mías besando tu desnudez de sirena sin vergüenza ni escamas.

Llevo mis mapas, tus mapas. Me los se de memoria. Para eso me hiciste cartógrafo. No tengo que mirar ninguna ruta para no perderme en ti. Lo que quiero es perderme.

ME IMPORTA UN PIMIENTO

Fotografía de Edward Weston

¡Me importa un pimiento!. Que para mi es mucho. No puedo imaginar como sería nuestra cocina sin el pimiento. No digamos ya sin la calabaza, el tomate, las patatas, el chocolate…El ser aborigen de Extremadura me hace sentirme muy pimentero. Conozco el misterio del mejor pimentón del mundo que es el de La Vera y me gusta el picante, hasta el picante rabioso de las guindillas bola.

Mi abuelo muchas veces, en verano, desayunaba pimientos verdes fritos de la vega del Tietar con huevos fritos, buen pan y un chato de vino. Se levantaba a las siete y este almuerzo lo tomaba sobre las diez en el patio enlosado de granito de la planta de debajo de su casa, a la sombra de la parra y la buganvilla. Cuando me atrevo a hacerme este desayuno le veo a él contándome historias y comiendo con apetito los pimientos fritos.

Unos pimientos recién cogidos por estas fechas de la pimenteras, tienen un olor intenso muy peculiar (los del super son inodoros e insípidos, solo tienen de pimiento el color y a veces ni eso). Se lavan se corta por la mitad, quitamos las semillas y los freímos así, en abundante aceite, saladitos. Cuando están hechos, freímos dos huevos ecológicos y punto, a pringar.

Debo a los americanos de antes de 1492 parte de mi felicidad.

jueves, 27 de agosto de 2009

POLLO A LA CERVEZA O LA EXPULSIÓN DEL PARAISO

Me gusta mucho la cerveza, rubia, amarga, con espuma, casi helada. Me gustan las cervecerías que saben tirarla. Recuerdo las jarras de medio litro que bebíamos en Berlín Este tras la caída del muro. El primer plato que aprendí a hacer fuera del repertorio que me enseñó mi abuela y mi cultura culinaria más próxima fue pollo guisado a la cerveza (negra) que me enseñó Anselmo, un profesor y amigo que nos descubrió a los griegos, la novela negra, los vinos de Toro y la importancia de saber volar lejos de allí. La cerveza tiene mucho ácido fólico, evita la anemia y protege el corazón. Es falso el mito de la “tripa cervecera”, el problema es que los grandes bebedores de cerveza son además grandes comilones de viandas llenas de calorías y grasas.
Una vez nos echaron de una cervecería por besarnos, …cómo nos besaríamos para merecer semejante exilio cuando todo el mundo se besa en cualquier sitio… Nos echaron de la Cervecería Alemana por besarnos, dos camareros carcas, me supongo, o envidiosos, católicos y sentimentales que creían en el decoro y las buenas formas. En esa cervecería se besaba mucha gente, pero nuestros besos debían ser demasiado verdad o demasiado continuos, intensos, deseables, ricos, brillantes. Yo te besaba con buenas formas y tu a mi con decoro, eso pensaba al menos. Besos con sabor a cerveza rubia y amarga y con sabor a ti. Pero nos echaron por eso y tuvimos que ir a beber cerveza y a besarnos a otro sitio.
Los besos siempre son alimenticios, alimentan el cuerpo, el amor, el deseo, las ganas de beber otra cerveza rubia, amarga y fría, casi helada, aunque no le sentaba bien a tu garganta. Entendí entonces el cuento ese del Angel con la espada flamígera que echa a los pecadores del paraíso, así nos sentimos, pero el paraíso también estaba fuera, Madrid en Primavera.
Sofreímos el pollo troceado y salpimentado en aceite abundante, lo retiramos de la cazuela cuando esté dorado y en ese aceite doramos también cinco dientes de ajo y pochamos pimiento verde, rojo, una cebolla, un puerro, una rama de apio, zanahoria toco cortado muy fino primero en juliana y luego en pequeños dados, cuando este la verdura blandita añadimos el pollo y echamos un cuarto de litro de cerveza negra (la rubia también vale), tres cucharaditas de salsa de soja y un tomate pelado cortado en dados. Cocemos a fuego lento hasta que la cerveza se reduzca y el pollo esté tierno.
Llevo hoy con orgullo esa expulsión de la Alemana, cada vez que paso por la puerta me acuerdo de tus besos y me pregunto, después de tanto tiempo, cómo serían nuestros besos, nuestra forma de besar para merecer tal castigo. No he vuelto a entrar allí, hay otras cervecerías en Madrid en las que beber buena cerveza helada y besos calientes.

miércoles, 26 de agosto de 2009

YUCA A LA CUBANA

Pasarán muchos años pero el azul verde del Caribe seguirá coloreando Guantanamera y los “versos sencillos” de Martí. Ese fue el primer verso que se aprendieron mis hijos de memoria:
Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.
Pasarán muchos años hasta que vuelva a leer libros que se deshacen sentado en una esquina sombreada de la Plaza de Armas y a bucear persiguiendo peces azules y barracudas quemado por el sol duro del trópico.
Pasarán muchos años y volveré a La Habana asombrado aún de los flamboyanes, de la ciudad derrumbada, del mar, de las conversaciones largas por cualquier cosa, de esas mujeronas que fueron hermosas hace mil años fumando enormes puros sentadas en la puerta, de todos los viajes que no hice, de tu voz no cambiando con el tiempo. Ni tus ojos.
No puedo pensar en Cuba sin pensar en ti y en cierto cuento que escribí para ti y que he metido escondido en una historia más larga.
Mientras, voy a hacer puerco asado con yuca. Simplemente yuca cocida, “asustada” a mitad de cocción con agua fría para que se cueza antes, La troceo, hago un sofrito de ajo en aceite de oliva y cuando están dorados ponemos mucho zumo de limón. y está riquísima para acompañar esta carne grasa.
Pasarán muchos años. Demasiados. Te esperaré tomando ron viejo sin hielo, sin nada. No importará que no vengas a buscarme, me perderé por la belleza de La Habana y miraré los escotes de las chicas pensando que son el tuyo y miraré el mar Caribe y tomaré yuca, puerco, langosta asada, ajiaco, picadillo, congri y de postre guengel, tan bueno y helado de fresa. Esperar es un placer extraño. He aprendido el secreto de esperar y no esperar nada.

TU AGUA

(Azul, del maravilloso pintor Malcolm Liepke)

Agua en tus manos, que decía una canción de Pablo. Agua de mar, de ríos altos, de ríos grandes, del interior secreto de tu sueño. Tu agua. “Te comería a besos” se dice muchas veces. “Te bebería el agua”, escribo, te digo, “te bebería el sueño y el deseo”. Y ese beber me da más sed y me refresca. Agua suave y lenta que sabe a ti. Ese es el sabor de las sirenas.

martes, 25 de agosto de 2009

BRIK CON CUIDADO

(FOTO: Bogavante con arroz en casa de Ruth).
Marián y Ruth me han cuidado estos días en Jara. Días de paz, soledad, rutinas placenteras, brisa fresca de estrellas fugaces, baños en el charco de la nutria. Son “fans” de mis recetas y me piden una. Imposible agradecer tanto cariño. Cuidar es muy difícil, no tiene que notarse, se hace sin pensar, sale de alguna parte secreta de nuestro ser. Cuidar nos hizo humanos dicen los paleoantropólogos. Pienso en muchas recetas y muchas historias del pasado. Me han cuidado mucho y he cuidado poco.
Me siento por ello afortunado. También en deuda. Para ellas, por ahora, esta receta rápida, poco original pero muy rica, hago saquitos de pasta brik, dentro, un huevo crudo y unos trozos de boletus, ralladura de trufa negra, ralladura de gruyere de verdad, tres piñones tostados una pizca de sal y de pimienta, se fríen en abundante aceite y se comen crujientes y bien calientes, dos por persona. Para beber, como no, el vino que me regaló Ruth para mi cumpleaños, un Nadir fresco del año, tempranillo con un poco de Petit Verdot. Marián me ha regalado unos vaqueros italianos que me sientan perfectos. En casa de Ruth hicimos un día un arroz con bogavante. En casa de Marián una Musaka de pollo.
Que te cuiden es maravilloso, es otra forma de amor que se recuerda siempre.

viernes, 21 de agosto de 2009

QUESADILLAS Y AUSENCIA

(Nopales con el fruto maduro)
(Paseo en moto de ayer. Vistas de la portilla Jaranda y de el Guijo de Santa Bárbara)

¿Cuándo se aprende a amar?, ¿cómo se aprende a amar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir ese amor a palabras?, Práctica, técnica, intuición, voluntad, deseo, cultura… casi las mismas pistas que para las siguientes tres preguntas ¿ ¿Cuándo se aprende a cocinar?, ¿cómo se aprende a cocinar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir la cocina a palabras?

Pueden sonarte a preguntas retóricas, ganas de meter los dedos en el caldero mágico de la vida. Imagino que dices: ¡para qué conocer las respuestas cuando solo importan los hechos!.

Hechos. Tus labios. Tu forma de besar. Hay quienes besan fatal, quienes cocinan peor, quienes no saben comer. Tus labios me besaban probando a cada momento los míos, como quién prueba un alimento que le gusta y quiere que dure, deseando saborear el bocado, cerrar los ojos y guardar su sabor en la memoria.

Amamos. Algunas veces en la vida amamos y unos pocos buscamos las palabras justas que describan esa forma de ¿felicidad?. Pero a quién le importa el origen o la causa. El ruido, las polémicas, los libros de psiquiatras, psicólogos o ensayistas aburridos con sus hipótesis de si el amor es un invento cultural, el disfraz de los instintos, un embuste literario, una alteración hormonal poco duradera o el motor escondido de la historia. A la gente lo que le importa es sentirlo, tenerlo, sufrirlo, disfrutarlo, no perderlo y sobre todo vivirlo con reciprocidad, saberse amado igual que se ama, saborear la casualidad de ese raro encuentro y después, dios proveerá.

Es igual la comida, es igual cocinar y besar. Besarte. Recuerdo bien tus labios. Cómo olvidarlos.

Luego están los otros, poetas y eruditos, buscadores de la huella que ese misterio deja sobre las palabras. A los primeros los embriagará descubrir que es posible nombrar el amor como algo nuevo, a los segundos les deslumbrará la belleza de las formas, los sonidos y los significados que han tenido el poder de protegerlo y hacerlo perdurable hacia el futuro. Para mi ese es el único valor del amor fuera de quienes lo viven. La belleza de quienes saben describirlo. Es igual la cocina, tan difícil de explicar con palabras y la belleza que tienen a veces algunas recetas escritas.

Pensaba escribir la receta de un cocido sefardí llamado “Adafina” que es la madre de todos los cocidos, ollas y pucheros españoles con base de garbanzos, pero este es muy antiguo, de antes de que llegaran de las Américas los pimientos, ajis, tomates y patatas, pero lo dejo para otro día, un día más frío y hambriento y dichoso porque hoy te echo de menos y no tengo el fuego para remover guisos lentos.

Preparo unas quesadillas. A mi me gustan raras, con nopales picados, salmón ahumado, tomates de verdad riquísimos que me ha traído mi hermano Ángel de su suegro, queso de cabra “Quesuco Veratino” y vuelta y vuelta para tostar las tortillas de trigo y templar el interior el punto justo. A veces a este comistrajo le acabo de apañar con unas gotas de tabasco en el tomate muy picado. Imagino la inquietud de las mexicanas ante este atentado culinario a la sacrosanta quesadilla, pero no me importa. Te echo de menos sirena. Me como las quesadillas remojando la boca con unos mojitos muy buenos de ron cubano, limón verde. una riquísima menta recién cortada y mucho hielo picado. México y Cuba a mi manera. Ceno mirado las estrellas e imaginando donde estarás ahora. Te echo de menos sirena. Pero no con tristeza.

¿Cuándo se aprende a amar?, ¿cómo se aprende a amar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir ese amor a palabras?. Un día me cuentas tus respuestas.

jueves, 20 de agosto de 2009

GARUM Y OTRAS SALSAS

(Ruinas de una factoría romana de garum en Cádiz)

En Tiempos de Tiberio, el best seller de los libros de cocina era “De re coquinaria” del gran cocinero Apicio, admirado muchos siglos después hasta por san Isidoro de Sevilla. Su cocina era el sumum del refinamiento y la innovación, el Ferrán Adriá de la época. Sus recetas de talón de camello, lenguas de ruiseñor, crestas de gallos vivos, hígado de mujol ahogado en garum, oca cebada con higos secos y muerta emborrachada con vino y miel, compiten con recetas más sencillas o aún más excesivas. “De re coquinaria” fue el libro de cabecera de los banquetes e Nerón, de Calígula, Trimalción, Lúculo y otros grandes glotones del imperio romano.

Y en este derroche de platos, platillos y sabores, el “kepchup” de esta cocina era el “garum” fabricado en España, una salsa pestilente y exquisita fabricada a base de tripas de pescado, peces diversos, hierbas aromáticas y sal puesta a fermentar o, mejor dicho a pudrir y cuyo espeso líquido resultante se filtraba y envasaba en ánforas preciosas con destino a la exportación, a precio de oro, hacia los mercados y casas más exquisitos del imperio. Garum, su solo nombre evoca misterio antropológico, culinario, cultural. El garun ofendía a la nariz como muchos quesos hoy y sin embargo su sabor y su uso como aliño en toda la cocina romana era imprescindible.

Olor y sabor en la cocina son muchas veces universos opuestos. Las colonias huelen de maravilla y saben a rayos y nadie las usa como aliño a modo de vinagreta. El queso de Cabrales huele a pies de muerto y sin embargo nos derretimos por unas tostas de Cabrales batido con sidra. Pero vuelvo a la peste el garum y a su incógnita elaboración. Yo, cómo no podía dejar de caer en la tentación, fabrico un garum acorde con los tiempos y unos paladares o una ética que no soportarían los famosos platillos de Apicio (lenguas de ruiseñor, joder, están locos estos romanos, que diría Obelix). Utilizo este garun con generosidad para aliñar verduras asadas.

Arrugas la nariz y te la beso y te beso de nuevo en el ombligo y en los pies. Te dejas hacer, no tienes miedo a mis experimentos, mis recetas, mis venenos, mis liberalidades, mis oscuras intenciones culinarias o amorosas. Y esa es la primera (creo que la única) condición para el amor, lo demás no me importa demasiado, o solo lo justo, me enamoro sin más obsesiones que las cuatro o cinco pequeñas que ya conoces. La condición inicial es solo esa, que seas de buen comer, que tengas apetito y no tengas demasiadas manías, fobias, ascos o melindres a cuantos alimentos y guisos fabricados con arte nos da la naturaleza y la cultura gastronómica casi infinita de este mundo. A partir de esa condición todo es posible.Y tu la cumplías de largo. Lo demás de tí, sobra decirlo, también me gustaba mucho.

Bueno, a la salsa, que hay hambre y ganas de siesta. Voy.

En un gran mortero se tritura con paciencia, lentitud y saña una docena de las mejores anchoas cantábricas, cien gramos de atún fresco, cuatro aceitunas negras, otras cuatro alcaparras, un hígado de bacalao, una flor fresca de orégano, una pizca de tomillo, dos hojas de laurel, un diente de ajo español, cuatro gotas de vinagre de Jerez, media cucharadita de miel de romero, un chorrito generoso de Moriles, otro chorrito aún más generoso de aceite de oliva, sal, pimienta negra en grano. El emplasto resultante que parece el vómito de algún dios romano de la época de Tiberio, se deja reposar en la nevera un día y luego se pasa ese puré sospechoso por un chino. Este es mi garum del siglo XXI, fuerte y aromático aunque poco apestoso, no se puede tener todo, nadie es perfecto. A las cebolletas, calabacines, pimientos, berenjenas, tomates asados los rocío con hilitos de esta salsa. A mi me encanta. Y a tí sé que también te va a gustar.

Falta el decorado, el paisaje, el motivo de la fiesta y la siesta, el aquí, el dónde, la habitación con vistas. Yo elijo Gerona, cualquier cala de Gerona, esa en la que se bañaba Truman Capote hace ya tanto tiempo. Pero me sirve también cualquier playa de las Cícladas. Esa que tu sabes. Te salpicaré con unas gotitas de este garum para luego chupar tu cola de sirena. Seguro que me dejas hacerlo, en honor a los griegos que convirtieron el Mediterráneo en el paraíso y construyeron Alejandría y sus bibliotecas. También allí había muchos libros en honor a la cocina y al amor. Lástima que Teodosio la quemase. Están locos estos cristianos…

martes, 18 de agosto de 2009

HIGOS DE PEZÓN LARGO RELLENOS DE FOIE

(“Abrazo”, de Egon Schiele)

Tiempo de higos. Me gustan sobre todo los denominados de “cuello de dama”, en el norte de Extremadura se llaman “de pezón largo”, son higos de carne dulce, intensamente roja y con un intenso aroma. Me gusta mucho esa denominación “de pezón largo”. Eso en cuestión de higos. En cuestión de tetas me dan igual de pezón largo corto, brioche, pequeño, grande…todos me parecen estupendos. Los pocos que conozco.

Los de pezón largo se pelan muy bien y dan mucho juego para hacer platos ricos de verano, los higos, digo. Si los tengo recién cogidos y a ti no te importan a estas alturas las calorías de más o de menos, si de verdad tienes hambre y ganas de gastar después tanta energía, los haré rellenos de foie.

Es muy fácil. Marco en una plancha bien caliente filetitos de foie fresco salpimentados y meto pequeños medallones del tamaño del fruto entre las dos mitades del higo y atravieso el gustoso bocadillo con un palillo para que no se me deshaga. Como salsa utilizo una reducción de oporto seco con moras y tras retirarla del fuego y cubrir el fondo del plato de los higos rellenos, espolvoreo la pitanza con menta fresca muy picada.

Para beber con este plato me gusta mucho la sidra natural, ese contraste entre el ácido y el dulce es estupendo. Y luego hay que hacer un esfuerzo y gastar, antes de que nos pesen, todas esas grasas y azúcares y felicidad. Más si no las gastamos no importa porque es seguro que te embellecen.

viernes, 14 de agosto de 2009

TU SANDÍA DE TAN LEJOS

Esta vez es tuya la sandía y la receta.

Nada tan placentero que comer una sandía fresquita mano a mano, en verano, desnudos, media para cada uno, raja a raja, sin importarnos que se nos caiga el agua por la barbilla.

Me parece que Tsai Ming-liang no sabe como se come una sandía por el Mediterráneo cuando hace calor y hambre y deseo. Los besos con sabor a sandía, la lengua y los labios fríos y dulces. Así te quiero hacer el amor, sandía para desayunar un día de verano. A mi las rajas de sandía siempre me parecieron grandes sonrisas. Pero tú ya sabes todo esto. Espero a que me mandes la sandía de verdad. Yo elegiré el lugar donde comerla.

Neruda también lo sabía. Y tu también sabías que Neruda lo sabía.

Cofre de agua, plácida, reina de la frutería,

bodega de la profundidad, luna terrestre!"...

“La redonda, suprema y celestial sandía

es la fruta del árbol de la sed,

es la ballena verde del verano..."

... "Quisiera morderte, hundiendo,

en ti la cara, el pelo, el alma".

Pablo Neruda (Oda a la sandía)

martes, 11 de agosto de 2009

10 DE AGOSTO Y 44

Es un plato de invierno, de nieves y fríos, soledades y campo, pero hoy es diez de agosto y me apetece. Era un plato de pobres, de pastores. Hoy, al precio al que está el bacalao de verdad y los piñones, es un plato de ricos. Tiene un mal nombre que me encanta, sobre todo porque tiene un sabor suave, delicioso, fresco. El plato se llama Atascaburras. Y es un exquisito “paté” de bacalao de origen manchego.

Imagino tu sorpresa por el nombre. Me agarro a tu recuerdo e imagino que estás por aquí, en la cocina de mi futura casa, ayudándome a cocer las patatas gallegas con piel, el huevo, los ajos hasta que está todo a punto. A cocer el bacalao solo en un susto de cinco minutos con poquísima agua y unas gotas de jerez seco y a dorar el puñado de piñones que un amigo me manda de Doñana. Como soy poco ortodoxo para todo, sean recetas para el “amor verdadero” o recetas para los “guisos de siempre”, yo añado a ese bacalao que se cuece en cinco minutos cuatro gambas de Huelva. Ya sabes mi afición al derroche.

Imagino que sacas mi mortero grande de piedra negra y vas deshaciendo las patatas peladas, los dientes pelados, el huevo duro, el bacalao, y ligando la farsa con un buen aceite de Mágina hasta lograr una pasta ligera y fina en la que esconder los piñones apenas dorados y trocitos de gamba. Nada más. Solo unas tostadas finas de buen pan y un vino tinto rico del amigo Carlos, un Eméritus del 2004 que es un caldo de color oscuro picota, potente, frutal, intenso que se mantiene mucho tiempo en el alma y algo menos en el corazón. Es un vino para carnes, caza, invierno, sin embargo me apetece hoy que cumplo cuarenta y cuatro, es diez de agosto y el Atascaburras me ha salido delicioso.

Yo lo hubiera llamado “crema de tierras profundas y mar del norte, perfume de pinares maduros y sol de mar” pero claro, es un nombre muy largo y muy cursi, ya sabes, cursi, es mejor Atascaburras.

sábado, 8 de agosto de 2009

VIAJAR, VIAJAR...

Viajar, sin más planes que no llegar, ni aspirar a Itaca alguna. Viajar, volver a las ciudades a las que fuimos solos o con otros o en los sueños y probar de nuevos todos esos sabores y alimentos. Viajar, siempre después del verano y antes de las lluvias o antes del verano y después de las tormentas, camino del norte o del gran sur. Viajar, sobre una motocicleta, volar, atravesar los paisajes muy deprisa o muy despacio y luego descansar en las playas, los hoteles, los atardeceres y dormir contigo y esperar a que despiertes solo para escuchar lo que vas a decir. Viajar de la mano del dulce amor, ese que has esperado, soñado, buscado, dado por imposible o por perdido toda tu vida, ese con el que te reirás mientras se os arruga la piel o con el que viajarás a lugares donde tocas el secreto de vivir. Viajar todo el tiempo, hasta en la propia ciudad donde ahora habitas, hasta en el propio cuerpo que te encarna y sobre el suyo, ese paisaje que te parecerá siempre tan hermoso y lleno de misterio. Viajar, viajar siempre, no pararse, no acostumbrarse al nombre de una calle o a la repetición de las semanas en un mismo lugar, ni a tus gestos. Viajar, siempre con esos libros que te embriagaron los pasos y el deseo de contemplar por ti mismo esas islas o ese volcán o ese río o esa esquina del mundo. Siempre de tu mano, acelerar la motocicleta y sentir tu cuerpo en mi espalda y en mis ojos. Viajar y comer juntos delicias desconocidas, sabores que no soñamos, bebedizos que inventaron los humanos antes de hacer países. Viajar, sin más planes que mirar como duermes cansada al final del día y me muero de ganas de que te despiertes para escuchar lo que dices. Eso es también el amor.