domingo, 30 de agosto de 2009

DESAYUNAR CUANDO EL MUNDO SE PARA

(Alyssa Monks " a la mañana siguiente")

Desayunar nos enfrenta con el hambre. Puede ser que hayamos dormido y llevemos sin comer ni beber siete o más horas, puede ser que no hayamos dormido y la única comida haya sido otro cuerpo. Un desayuno rico, apetecible y bien acompañado inaugura un día feliz o nos arruina definitivamente el existir hasta mañana. Quién no desayuna bien y echa un par de sonrisas antes de quitarse las ojeras y pasar por el limpia sueños de la ducha es definitivamente un desgraciado o una desgracia.

El tiempo se detiene a veces. Es mentira que la tierra no interrumpa a veces su rodar por el vacío sobre si misma y alrededor del sol. El universo a veces no se expande, se toma un respiro, descansa por unos minutos, se detiene, pero no nos damos cuenta. Solo a veces descubrimos esos pozos de tiempo. A mi me ocurrió una vez, pero hace tanto tiempo que ya no recuerdo la fecha. Pasamos la noche entera sin dormir y nos sorprendió el sol de la mañana. Teníamos ojeras, agujetas y esa boba sonrisa que pinta el amor excesivo en los labios. Abrí los ojos, vi los tuyos cerrados, toqué la piel de tus labios hinchados y el tiempo se detuvo. Noté claramente su frenazo, los chirridos de los ejes inmensos del planeta deteniéndose como un vieja locomotora a vapor y después nada, solo silencio, solo las primeras palabras de tu despertar, esa primera mirada, ese beso de reconocimiento mutuo tras haber sido cómplices del reino salvaje de la vida.

Te levantaste de un salto de la cama, llegabas tarde a la agencia, a tus obligaciones, a tantas cosas por hacer ahí delante y yo me quedé en tu cama aún unos segundos, en esa cama antigua, saboreando el tiempo detenido hasta que noté de nuevo que el mundo se ponía en marcha con ruido de engranajes milenarios, empujándonos lejos, obligándonos a vestirnos con el disfraz de nuestros nombres y nuestras profesiones.

Desayunamos fuera, en un bar de barrio, aún lo recuerdo, igual que recuerdo tus ojos recién abiertos, los relojes parados, las dos sonrisas, el metro que nos separó para siempre o para casi siempre y todas las palabras que no te dije, ni te diré nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario