viernes, 21 de agosto de 2009

QUESADILLAS Y AUSENCIA

(Nopales con el fruto maduro)
(Paseo en moto de ayer. Vistas de la portilla Jaranda y de el Guijo de Santa Bárbara)

¿Cuándo se aprende a amar?, ¿cómo se aprende a amar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir ese amor a palabras?, Práctica, técnica, intuición, voluntad, deseo, cultura… casi las mismas pistas que para las siguientes tres preguntas ¿ ¿Cuándo se aprende a cocinar?, ¿cómo se aprende a cocinar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir la cocina a palabras?

Pueden sonarte a preguntas retóricas, ganas de meter los dedos en el caldero mágico de la vida. Imagino que dices: ¡para qué conocer las respuestas cuando solo importan los hechos!.

Hechos. Tus labios. Tu forma de besar. Hay quienes besan fatal, quienes cocinan peor, quienes no saben comer. Tus labios me besaban probando a cada momento los míos, como quién prueba un alimento que le gusta y quiere que dure, deseando saborear el bocado, cerrar los ojos y guardar su sabor en la memoria.

Amamos. Algunas veces en la vida amamos y unos pocos buscamos las palabras justas que describan esa forma de ¿felicidad?. Pero a quién le importa el origen o la causa. El ruido, las polémicas, los libros de psiquiatras, psicólogos o ensayistas aburridos con sus hipótesis de si el amor es un invento cultural, el disfraz de los instintos, un embuste literario, una alteración hormonal poco duradera o el motor escondido de la historia. A la gente lo que le importa es sentirlo, tenerlo, sufrirlo, disfrutarlo, no perderlo y sobre todo vivirlo con reciprocidad, saberse amado igual que se ama, saborear la casualidad de ese raro encuentro y después, dios proveerá.

Es igual la comida, es igual cocinar y besar. Besarte. Recuerdo bien tus labios. Cómo olvidarlos.

Luego están los otros, poetas y eruditos, buscadores de la huella que ese misterio deja sobre las palabras. A los primeros los embriagará descubrir que es posible nombrar el amor como algo nuevo, a los segundos les deslumbrará la belleza de las formas, los sonidos y los significados que han tenido el poder de protegerlo y hacerlo perdurable hacia el futuro. Para mi ese es el único valor del amor fuera de quienes lo viven. La belleza de quienes saben describirlo. Es igual la cocina, tan difícil de explicar con palabras y la belleza que tienen a veces algunas recetas escritas.

Pensaba escribir la receta de un cocido sefardí llamado “Adafina” que es la madre de todos los cocidos, ollas y pucheros españoles con base de garbanzos, pero este es muy antiguo, de antes de que llegaran de las Américas los pimientos, ajis, tomates y patatas, pero lo dejo para otro día, un día más frío y hambriento y dichoso porque hoy te echo de menos y no tengo el fuego para remover guisos lentos.

Preparo unas quesadillas. A mi me gustan raras, con nopales picados, salmón ahumado, tomates de verdad riquísimos que me ha traído mi hermano Ángel de su suegro, queso de cabra “Quesuco Veratino” y vuelta y vuelta para tostar las tortillas de trigo y templar el interior el punto justo. A veces a este comistrajo le acabo de apañar con unas gotas de tabasco en el tomate muy picado. Imagino la inquietud de las mexicanas ante este atentado culinario a la sacrosanta quesadilla, pero no me importa. Te echo de menos sirena. Me como las quesadillas remojando la boca con unos mojitos muy buenos de ron cubano, limón verde. una riquísima menta recién cortada y mucho hielo picado. México y Cuba a mi manera. Ceno mirado las estrellas e imaginando donde estarás ahora. Te echo de menos sirena. Pero no con tristeza.

¿Cuándo se aprende a amar?, ¿cómo se aprende a amar?, ¿porqué algunas personas necesitan traducir ese amor a palabras?. Un día me cuentas tus respuestas.

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