lunes, 28 de septiembre de 2009

ÁNTIMA

Tiene el bonito nombre de “Ántima” y es tocino ligeramente adobado y secado de la barriga del cerdo. Una exquisitez de sabor. Nada que ver con el tocino o la panceta “normal”. Los que están en el secreto se vuelven locos con unas lonchitas finas de Ántima con buen pan y vino tinto.

La apetencia por las grasas parece algo instintivo en el ser humano, miles de años de periodos de hambre o escasez de caza, los fríos, la intemperie, hizo que comer grasa fuera imprescindible para sobrevivir. También las aves, ahora, en estos meses de septiembre y octubre se atiborran de frutos y semillas y tienen una buena capa de grasa en el cuerpo. Se preparan para la escasez el invierno Este gusto o apetencia por la grasa se ve muy bien en los niños pequeños, cuando aún no tienen prejuicios culturales. De hecho la leche de las madres (de todos los mamíferos) es especialmente rica en grasas.

Algo queda de todo esto en la psique o el inconsciente de los extremeños. Panceta, tocino, embutidos grasos y la riquísima Ántima. Es suficiente su nombre y su evocación para ensalivar. El colesterol es muy moderno en la historia de la humanidad. Es cosa de ahora que no salimos a recorrer el campo incansablemente tras los bisontes y vivimos más de cuarenta años.

Ántima con ese pan del Guijo y media botella de vino. Me lo comí casi todo. Por algo me siento glotón

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