martes, 27 de octubre de 2009

DEL BOCATA DE VOLADOR FRITO Y CAÑA A LAS OSTRAS CON CHAMPÁN

(foto: Katarzyna Widmanska)

Ya sé que no eres tú, que no eras tú. Pero no tengo ninguna fotografía tuya de entonces y esta tiene algo, el gesto, los ojos, la juventud, una forma de desnudez que me recuerda a ti. También recuerdo los bocadillos de volador frito más una caña por veinte duros en un bar de la Plaza Mayor, el pianista del Avión, las tormentas de Casa Pueblo, la luna azulada de La Luna, un Lavapiés y un Chueca en donde agonizaban los últimos yonkis de la generación de los sesenta. Y recuerdo a las amantes que me ligaron en el Elígeme y las que yo intenté ligarme siempre sin éxito en La Vía Láctea y los cafés que duraban la tarde entera en el Lyon, las cañas en el Comunista y la Alemana, esa sensación de abismo, de no tener nada pero tu mano en mi mano ya era suficiente.

Ya sé que no eres tú pero me sabe a ti mirarla. Ya entonces cocinaba para intentar ser sublime aunque el baño del piso compartido con dos amigos y Marisa durmiendo en el salón amenazaba con criar dragones y boas y alguna vez cazamos palomas de ciudad para comer y carpas en la casa de campo y hierbas aromáticas en el Jardín Botánico. Pero no voy a enlodarme en la estúpida nostalgia. Cualquier tiempo pasado ya no existe. No se si aún ofrecen esos bocadillos de volador rebozado y frito más una caña en la Plaza Mayor por veinte duros pero ahora hay un estupendo Mercado de San Miguel justo al lado en el que se pueden comer ostras de Bretaña con champán y aunque sigo sin tener nada me basta tu mano sobre mi mano para sentir esta ciudad mi hogar y tu cuerpo, tu gesto, tu mirada, tu desnudez, igual que la foto de Katarzyna, un alimento rico para compartir contigo.

Ya se que no te gustan las ostras. Bueno, yo me como las ostras y tu te bebes el champán.

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