martes, 12 de mayo de 2015

SAL EN LAS HERIDAS Y SALMÓN DEL NORTE



(fotografía de Lina Schenyus)

Me gustaba besar y chupar tu cicatriz justo debajo de la axila. Me gustaba pasear por el Retiro de tu mano y luego ver como cruzabas Alcalá lejos de mi, camino de tu vida. 

Nunca me cansaba de amarte. Nunca te cansabas de amarme. Nos sorprendía el sueño a cualquier hora y nos llevaba lejos. Pero yo me abrazaba a tus piernas como si temiera que fueras solo un sueño de agua cálida. Me llevabas por la noche a bares extraños, oscuros, solitarios y allí me pedías que metiera mi mano por la cintura de tus pantalones ajustados. Me regalabas comic de Manara y antiguos  libros de recetas. 

Un día te fuiste con tu familia muy lejos, a un país del norte y tuviste nuevas batallas con el monstruo de las que yo no tuve noticia. Muchos años después me dijeron que ya no estabas, que no ganaste. No lloré. Yo tenía entonces otra vida y otro amor. Pero a veces, en días como hoy, recuerdo tu sabor salado, tu lengua en mi cuerpo y tu voz dentro de mi sueño diciendo: "sabes a mar”.

Hago salmón marinado. Media de sal, media de azúcar, dos buenos puñados de flores de orégano recién cortado, luego lavar, limón y aceite. Sabemos viene de saber. Y de sabor.

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