Cuando pesco una trucha grande (cada vez menos) y deseo comerla, tengo una receta que es igual que utilizar lágrimas para aliñar el placer. Limpio la trucha, la desespino , saco los dos filetes sin piel y la curo unos minutos en sal marina de Mallorca con algas secas, la limpio la sal con un cepillo y la cuezo a fuego muy tenue en una crema de puerro y mantequilla fresca, pero muy poco tiempo, solo lo necesario para que la carne cambie de tono y su interior quede casi crudo. Luego, a modo de adorno o símbolo, coloco encima de cada filete unos cangrejos de río pelados que he cocido en zumo de tomate y una flor de poleo. Esos cangrejos son los que comen las truchas que pesco en mi torrente, el poleo crece en sus orillas. Pero la sal, la sal del mar Mediterráneo me sabe a tus lágrimas. La trucha queda deliciosa.
Amasadora Ankarsrum, algo especial
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Esta publicación es cortesía de webos fritos
[image: Vasitos, de webos fritos]
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Hace 3 semanas
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