domingo, 3 de enero de 2010

MILHOJAS DE SALMÓN, QUESUCO Y REINETA CON SALSA DE FRAMBUESAS Y PIÑONES DE LA VERA

(Foto: Carla Van de Puttelaar)

Tiempo, distancia, saber, palabras. El amor se destila despacio, necesita de la ausencia, el recuerdo, los días de soledad y las palabras justas para explicar porque sentimos el corazón y descubrir el saber y el deseo necesarios para hacer al otro feliz, eso es lo más difícil, sin cambiar ni sacrificar, ni esconder nada de lo que somos…Ahora duermes. Es una mañana de niebla y lluvia fina detrás de los cristales. Puedo mirarte despacio la redondez de tus hombros, las forma de tus pómulos, tu boca ahora seria después de tanta risa y esas ojeras, leves, bellas, tuyas, que no han borrado en nada tu mirada adolescente. Ni se borrará nunca. Eso no te lo digo, pero es una certeza. Cuando tengas sesenta, setenta, ochenta, podrá cambiar casi todo de tu cuerpo pero no tu mirada o mi deseo. Esas cosas no pueden decirse, ni escribirse porque suenan a farsa o a una verdad demasiado intensa, casi dolorosa. Toco tus manos. Están calientes. No quiero despertarte solo mirar tu piel y recordar cada paisaje de tu cuerpo por el que me has dejado caminar sin vergüenza y probar sus sabores y morder sus texturas.

Me levanto a cocinar en silencio, sin hacer mucho ruido, un desayuno-almuerzo algo distinto. Pocho en mantequilla la cebolleta cortada en juliana muy fina y cuando está blandita la escurro bien, lamino dos manzanas reinetas y sumerjo las hojitas en agua con limón. Marino media hora el salmón fresco cortado en finas lonchas en aceite ahumado, sal, un poco de azúcar, eneldo. Corto el queso de cabra (quesuco de la Vera) en finas láminas. Luego en un molde pequeño forrado con film de plástico intercalo hojas de manzana, cebolleta, salmón (secando bien el aceite), queso, manzana…capas muy finas, hasta rellenar el molde. Cierro el film y coloco encima un peso. Desmoldaré el milhojas dentro de una hora y luego, cuando te levantes cortaré dos raciones y las espolvorearé de azúcar moreno que derretiré y tostaré con el pequeño soplete.

Lo más difícil tú lo has hecho tan fácil. No cambié, ni escondí, ni inventé nada distinto de lo que viste de mi y por eso me abrazaste con tus piernas fuertes y te desnudaste despacio de toda la distancia y de todo el tiempo que nos separaba. Un día no tenía anguila ni foie para hacer el milhojas de Berasategui y pensé en este alternativo, también muy rico. Seguro que te gusta. Me hace sonreír también esta pequeña certeza. Antes hago la salsa con frambuesas del Guijo que congelé en el verano, zumo de limón verde de mis limoneros, maíz tierno, piñones dorados en la sartén con una nuez de mantequilla, trituro todo y lo paso la salsa por un chino. Para beber abriré un Brumas de Ayosa, un vinito rico de Tenerife.

Vuelvo a la cama. Antes he encendido la chimenea. Vuelvo a mirar como duermes, sé que sueñas con un viejo cartógrafo que muchas veces te habló de mapas y tierras remotas que nadie aún ha dibujado. Él es quién ha cocinado este milhojas con salsa de piñones u frambuesas. Él es quién mira la niebla y la lluvia fina que adorna al fondo el paisaje de tu hombro desnudo.

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