martes, 2 de junio de 2015

TORTILLA DE JAMÓN Y CEBOLLA PARA MARY


“Incluso en la angustia de la muerte y del dolor y de las cosas feas permanece el hambre y junto al hambre la vida, con toda su paz, como si nuestros cuerpos, más sabios que nosotros nos estimularan en contra de nosotros y de lo que hemos aprendido, y nos obligaran a responder y a comer” (M.F.K. Fisher)

Tomo conciencia de que soy un “raro”, durante toda mi vida pensaba que no, que era uno más de los hombres con una identidad por fin distinta, casi extirpado el machismo cavernícola, el machismo cultural, el machismo sutil y otros tipos de micromachismos agazapados en los “decires y haceres”. Pensaba que por fin estaba siendo posible un mundo en el que la distinción y la diferencia no implicase desigualdad, poder y lejanía. 

Pero no ir de “machito”, “no tener huevos” o “ambiciones de tío” sigue estando mal visto. Hay que joderse. De hecho me he jodido muchas veces por esta rareza, pero me aguanto. Porque en mi vida han sido un ejemplo ellas (muy pocas veces ellos), vidas admirables, personas admirables, mujeres admirables, sabias, valientes, de una belleza interior y también visible que superó el tiempo y la vejez. 

Cómo no conmoverse hasta las lágrimas con la fotógrafa de Nueva York Berenice Abbot o la fotógrafa de la América profunda Dorotea Lange. Cómo no amar como antropólogo a la maravillosa colega Ruth Benedict y su amiga-amante Margaret Mead que tanto he leído.

Y como cocinero y escritor cómo no aprender, admirar, amar a Mary Frances Kennedy Fisher, a Lee Miller o a Julia Child. Miro sus fotos cuando eran jóvenes, guapísimas, deseables, magnéticas y veo sus fotos ya muy mayores, guapísimas, deseables, magnéticas. Ellas son ejemplo en mi vida y mi trabajo, ellas son mis héroes (en esa palabra no me vale el femenino). Hoy, sobre todo, Mary Frances Kennedy Fisher, tan guapa en la fotografía, en su forma de escribir, de amar y de cocinar. Voy a desayunar en su honor una tortilla de dos huevos con jamón muy picado y un poco de cebolla morada caramelizada, con una copa de Fransola.

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