miércoles, 19 de mayo de 2010

BUÑUELOS DE MANZANA Y NOCHE

Hablamos de nuestros amantes sobre le paisaje oscuro de la noche, volando por los kilómetros aunque yo me sentía con la cabeza en tu vientre y los ojos cerrados. Ellos y ellas que nos hicieron más sabios y mejores, ellos y ellas, que se fueron acercando a nuestras vidas por azar, placer, curiosidad, deseo, locura, ciudades, noches. Hablamos de nuestros amantes, pero no como quién habla de platillos ricos que saboreamos un día y que guarda aún la memoria sino como cocineros y cocineras que supieron aliñar el cariño, cocinar el amor, salpimentar el deseo y la sorpresa y nos enseñaron, muchas veces sin saberlo, donde están los secretos, las zonas sin nombre de los cuerpos, las caricias, los sueños, los besos, las palabras que hoy nos han hecho mejores personas, mejores amantes. Me gusta escucharte hablar de quién amaste y amas, me gusta hablar de quién amé y aún amo. Es cierto, algunas, algunos se convirtieron de pronto en extraños, en nada, pero la mayoría siguen ahí, en tu corazón o el mío, guardados con cariño en la memoria, camaradas de un tiempo ya pasado, si, pero no muerto, no olvidado, no frío.

Hablamos de nuestros amantes mientras nos acariciamos, compartimos también esas sorpresas, plenitud, tristeza, historias, encuentros y la noche parece que nunca va a acabarse, que por fin el tiempo es nuestro sobre la carretera. Esta vez serán buñuelos de manzana. Gajos de manzana pelados bañados en zumo de limón y menta que luego rebozamos con una masa hecha de leche aromatizada con palos de canela y corteza de limón a la que añadimos un huevo, levadura, dos cucharadas de azúcar, una pizca de sal y la harina fina suficiente para que la pasta quede espesa y se adhiera bien a la fruta y no se escurra. Freímos luego los gajos bien rebozados y tras sacarlos ya dorados les damos una lluvia fina de azúcar glas y canela o unas gotas de culí algo ácido de frambuesa. Imaginos estos buñuelos con unas irlandesas de Armagh o unas Jonathan de Nueva York o unas Fuji de la Rioja o unas Reinetas del Bierzo maduras, en su punto, perfectas todas para hacer estos buñuelos. Manzanas del árbol de la ciencia, pero no de aquel aburrido paraíso, manzanas que nos ofrecieron siempre esos y esas amantes de los que hablamos para que mordiéramos con hambre sus pieles suaves, tersas, jóvenes. Por eso ahora preparamos buñuelos de manzana. Añadimos a esa frescura de fruta en sazón, la seda templada del buñuelo, su dulzura nítida, su crujiente blando y delicado y, sobre todo el arte de poder hacerlos juntos, a cuatro manos.

Te miro a veces, por un segundo, en la oscuridad y no se donde me llevará este viaje. Ni me importa.

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