martes, 7 de julio de 2015

SALMOREJO ANARQUISTA



Nada como volar, en cabina abierta, en una avioneta, a quinientos metros de altura. Nada como volar así. Quién lo prueba queda envenenado para siempre por el viento frío en la cara, el sonido del motor y el paisaje. Nada como volar después, durante muchos sueños, con los ojos cerrados, recordando de nuevo el vuelo. La tierra, el paisaje, la naturaleza, esa idea de Gaia que de alguna forma nos toca y sentimos que es verdad, que nosotros también formamos parte de la tierra y que nada tenemos de dioses o de alma, solo somos palabra y cuerpo. Nada más.

Anarquía. Salud y Libertad. Por eso me gusta hoy soñar que vuelo por encima de los valles de Gredos. Por eso me apetece hacerte hoy un salmorejo con los colores de la bandera de aquellos anarquistas de Anselmo Lorenzo o de Ferrer. Roja y Negra. Roja como la sangre que nos da la vida y nos calienta las palabras. Negra como la noche que nos protege los besos y alumbra ideas intrépidas, sueños y utopías. Comida humilde y sin embargo tan sabia, tan refinada, tan equilibrada, tan rica. Salmorejo con tomates maduros, aceite afrutado, pan duro, sal, un rastro de ajo y un puñado de cerezas gordas, calibre treinta para dar el color rojo a la mitad de la bandera de nuestro plato. Para el salmorejo negro en lugar de cerezas añadimos tinta de calamar cocida. Trituramos ambos por separado y luego colocamos en un cuenco cuadrado algo que separe los dos colores, una plancha de madera fina a la medida del recipiente por ejemplo. Vertemos cada salmorejo, el rojo y el negro a ambos lados del cuenco y luego añadimos al salmorejo rojo unas virutas de jamón y al salmorejo negro unas gambas peladas marinadas en un poco de limón con wasabi. Retiramos el separador y ya tenemos una bandera anarquista comestible.

Sólo preparé una vez este salmorejo. Fue un guiño a la memoria de Francisco Ferrer y Guardia, al anarquismo pedagógico y al recuerdo de las palabras de Karen Blixen volando con su amor por las tierras del origen de la humanidad una mañana de 1930:


“He mirado a los leones a los ojos y he dormido bajo la Cruz del Sur, y he visto incendiarse la hierba en las grandes praderas, que se cubren de fina hierba verde tras las lluvias, he sido amiga de somalíes, kikuyus y masais, he volado sobre las colinas de Ngong… nunca estaré a África lo suficientemente agradecida por lo mucho que me ha dado”. (Karen Blixen)

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