lunes, 7 de junio de 2010

LUJO III


Lujo. Morcilla de calabaza asada sobre pan de Guijo, helado de yogur con naranja dulce, un día fresco de tormenta en Junio, un Palo Cortado con mojama en un patio fresco lleno de helechos y geranios, ensalada de pimientos asados y cebollas tiernas con una cerveza helada… todos esos cientos de platos riquísimos, tradicionales y baratos que has probado en tu vida y te han hecho chuparte los dedos….
Del lujo ortodoxo y hortera mejor no hablar, chiste malo de aquello que explicó tan bien Veblen y Sombart. La televisión y la publicidad ya se encargan de lavar el cerebro a quién se deje. “Lo aspiracional”, que decimos los sociólogos, esa patraña, la zanahoria en el palo, el papel couché, los hoteles de seis estrellas, los restaurantes de cuentas gastronómicas y las playas sin moscas de los paraísos privados en países miserables.
Un lujo es imaginar lo que sintió Théodore Géricault al dibujar este beso.
El lujo es hoy una madrugada fresca en Madrid, sentados en el verde de un parque cualquiera y un abrazo a quién amas por la espalda, una abrazo largo, seguro, con deseo y ternura y tus manos en sus pechos y sus manos en las tuyas. Y unas palabras susurradas al oído. Esas.

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