martes, 10 de agosto de 2010

LANGOSTA EN SALSA DE SUEÑO

Los que llegaron a este lado del mundo sabían que detrás de ellos no había nada que mereciera la pena pero delante, en sus sueños, en las selvas podridas, los ríos sin nombre, los encuentros con animales de pesadilla y gente extraña, En los días de agotamiento, dolor, incertidumbre y fiebre sabían que estaba el paraíso. Y llegaron aquí, al paraíso, un mar inmenso, un océano que tenían el azul de los ojos de la sirenas adolescentes y la tersura de la piel de las hadas. El Pacífico. Y así está hoy, esta tarde de verano, pacífico. Me duelen los oídos de bucear toda la tarde persiguiendo las langostas. He encendido el fuego al abrigo de un tocón y puesto sus grandes caparazones abiertos sobre una parrilla herrumbrosa. He convencido a la vieja mulata de la casona del fondo para que me deje su mortero y su cocina y los ingredientes necesarios para hacer algo parecido al romesco. Y ella me ha echado un piropo que me ha sonrojado. Has pelado y troceado un papaya y no sé de dónde has sacado ese cubo de plástico azul lleno de pedruscos de hielo y esa botella grande de champagne, pero no pregunto, por algo eres una bruja.

No me puedo creer que estoy aquí, ahora, debe ser un sueño. Pero la carne consistente y dulce de la langosta mojada en el romesco, el vino helado, la papaya refrescándome la boca son verdad, tan verdad como tú y este Pacífico que no es el fin del mundo sino su comienzo. No hay nadie en esta playa. No hay nadie en el comienzo del mundo o en su fin. Comienza a rizarse el mar, nacen las olas a tu voluntad y comienzan a sonar rompiendo con delicadeza entre las rocas, ahí abajo. Y luego tú y yo, sentados muy juntos, frente a frente, el uno sobre el otro, desnudos, saboreamos el postre. Más tarde, mientras el sol que no acaba de esconderse cambia el color de tu piel, saboreo de nuevo todos los instantes de este día de mi cumpleaños. Es una suerte estar frente al Pacífico, saber soñar, disfrutar con las palabras y con las langostas asadas, las frutas del paraíso, los vinos franceses. Es una suerte de amar a una bruja.

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