miércoles, 29 de septiembre de 2010

CONEJO CON CHOCOLATE

(foto de Ricardo Romero Alonso)

La foto no tiene truco, ni trampa, ni filtro, ni photoshop, el cielo de mi pueblo es a veces a sí, de fuego y de otoño. Intenso y dulce como tú

Día de huelga general. Tanto sufrimiento, dolor, sangre, muertes, vidas gastadas, lágrimas, vidas perdidas, lucha generosa para tener los derechos laborales en este pequeño paraíso de occidente. Fuera es la intemperie. Y ahora quieren que aquí también se vuelva a la intemperie, al sálvese quién pueda, al todo vale para que cuadren los grandes números, los beneficios, los gangsters de la especulación y el progreso… ¿qué progreso?, ¿ha sido tan fácil olvidar a todos esos que lucharon por nosotros en un tiempo más difícil y más duro? Sólo hay que echar un ojo a los libros de historia.

Recuerdo ahora un guiso de entonces, de caza de subsistencia y cacao de contrabando de Portugal, Conejo con chocolate. Sofrito de dos gazapos salpimentados, troceados, en aceite y manteca a partes iguales junto a un poco de ajo y de tomillo. Retiro la carne dorada y añado muy picada la cebolla, el pimiento verde, la zanahoria, la punta de guindilla, el laurel, rehogo a fuego lento y añado medio vaso de brandy y uno de vino blanco. Se añade de nuevo la carne y media hora o una hora después, cuando está tierna, sumamos al guiso los higaditos triturados y el chocolate deshecho en un poco de caldo de cocción. Dejamos reducir a fuego muy lento la salsa y ya está. Los conejos entonces, en el cuarenta y uno, eran casi una plaga, desde la cercana Portugal se contrabandeaba con tabaco, café, chocolate, medicinas. Tiempos duros.

No ganaremos, pero no importa. Resistir, no dejarse vencer, ni caer, ni parar, “tal vez en derrota pero nunca en doma”, caminar siempre, emocionarse siempre, no importa con que heridas, dolor, soledades, vacíos, no importa con qué lejanías, frío, silencios, no escarmentar, no dejar de soñar, no olvidar, no perder el hambre, las ganas, la intensidad, no importa cuanto muerda el tiempo, ni cuantas veces fallé o no dije o no peleé, grité, corrí tras quién amo. Nunca lejanía, ni reposo, eterno viajar, tan ligero siempre, tan en la intemperie, tan poco abrigado, protegido, abrazado. Resistir, burlar a las tormentas y ventiscas, al polvo del camino, las manos vacías, la cama vacía, la boca vacía. No importa.

Tener certezas, optimismo, sonrisa, una piedra de musgo en la que sentarse y tomar un respiro para seguir perdido por el bosque, pero seguir, caer mil veces y seguir como siempre hice, bruto, intenso, persistente, ciego a los castigos, sin temer a los dioses ni a los hombres ni a las selvas. No conozco otra forma de vivir, sentir, amar. No hay terapia, ni cura, ni culpa, ni prudencia, así soy. Sentirse bien con la sombra que nos guarda, con el tipo del espejo que nos mira, con el personaje que habita nuestros sueños, con el nombre, el pasado, los errores, los tropiezos o ese inmenso silencio tan inútil siempre, tan irreversible. Haciendo siempre lo que no me conviene pero me hace reír, sentir, amar, escribir. Haciendo ahora lo que el corazón me susurra aunque no exista camino, ni futuro, ni seguridad, ni sueño.

Jugar a luchar contra cualquier lejanía, estar dispuesto a todo, buscar ganar, resistir, no pensar que el tiempo “el olvido que seremos” va a ganar a nuestra voz, ternura, palabras, complicidad, deseo. Y si así es tendrá que llevarse por delante mi cuerpo, pero mi cuerpo es duro, fuerte, resistente, ágil, invencible, arrogante. Lo tendrá difícil. Eso pensaba, eso pensé cuando estabas tan lejos, casi invisible, en las remotas intemperies de la vida, como ahora, que te espero y deseo saborear tu cercanía.

Rojo y Negro. Guiso antiguo. Lucha antigua. Amor antiguo. Buscad hoy esa idea rara del progreso en otra parte.

martes, 28 de septiembre de 2010

LENTEJAS CON TIEMPO

(ilustración de Sheila Alvarado)

Mi amigo M. es listo, erudito, sabio, enamorado, que cocina de cuando en cuando al amor de su vida del presente, cuando comienza la facultad deja de cocinar. Dice que se pierde el tiempo. Esa idea tan unánime de que no tenemos tiempo para cocinar o, peor, de que al cocinar perdemos mucho tiempo.

Perder el tiempo. Cocinar, leer, pasear, follar, tomar unas cañas por ahí… tantas formas de perder el tiempo. Y para no perderlo nos vendieron los precocinados, la tele, el echar un polvo en diez minutos, las prisas, las urgencias, las tareas productivas y las improductivas. Será que a mi me gusta perder mucho el tiempo cocinando, paseando, amando. Quizá porque es lo único nuestro y lo que más placer y gusto da perder, derrochar, gastar a conciencia y porque si.

Perder el tiempo cocinando. No tener tiempo para cocinar. Comer cualquier cosa. Ese discurso envenenado se ha colado en todas partes. Entre los tontos y entre los listos, entre las tontas y entre las listas.

Yo cocino, amo, paseo, vivo en la marginación de los que pierden su tiempo. Hoy unas lentejas suaves y potentes con sus verduras y sus hierbas, su trozo de carne de falda, oreja, morro, morcilla de sangre o butifarra negra, un poco de pollo. Unas lentejas lentas y carnívoras aunque haya desgrasado antes un poco las carnes. Zanahoria, nabo, cebollas, una cabeza de ajo, laurel, patatas del fondo de la tierra. Dicen que la soja nos hace muy longevos. Yo paso de soja. En España, los comedores de lentejas, judías, garbanzos son también muy longevos y no hacemos leche de lentejas o yogures con extracto de lenteja. Unas lentejas lentas, sabrosas, antiguas para perder el tiempo, cocinar despacio y comer más despacio mientras llega octubre.

Me gustan las lentejas poco espesas, nunca rotas o desechas. La legumbre es un lujo y hacerlas bien no es fácil, hay que perder el tiempo. Y saber perderlo. A conciencia.

jueves, 23 de septiembre de 2010

CRIADILLAS A LA PLANCHA

Me gustan las criadillas de ternero a la plancha con su ajo y perejil picado por encima, Me las daban de niño como una golosina, acompañadas de una salsa de jerez reducido, ligero espolvoreado de pimentón y sal gorda. Tiernas, ricas, delicatessen de la casquería más tradicional.

Tanto cocinero suelto por el “choubisnes gastromachista mundial” y tan pocas cocineras es todo un signo de que “algo huele a podrido en Dinamarca”.

En mi casa tenemos el árbol donde cuelga el machismo, la falocracia, todas esas estupideces culturales que han llevado a los hombres al desastre o al crimen. No se puede ser otra cosa hoy que feminista radical. He renegado siempre de todos los disfraces mugrientos y acartonados de “lo varonil”. No hago las cosas “por huevos” o porque “hay que tener huevos”. Los huevos, las criadillas me las como a la plancha o los cuelgo del árbol seco de la arqueología olvidable.

Las criadillas, siempre exquisitas.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

BOCATA DE VERDAD

(Ilustración de Stéfano Bonazzi)

Hay quién prefiere la tele a la piel, lo virtual a lo real, la vida remota a la cercana.

Pimientos y berenjenas fritas, crujientes, cortadas muy finas, apenas enharinadas, entre pan y pan y dos filetes lomo de cerdo ibérico hechos vuelta y vuelta a la plancha aliñados con sal de Gerande y orégano fresco. Bocata de otoño nocturno, solitario, lento, mojado con una pinta de cerveza negra espesa, amarga, rica.

Y leo a la vez a W. Benjamin en el atril, el amor como eterno viajar sin patria, sin descanso, sin rumbo, el amor como pasión difícil e intensidad dulce, asombrosa.

Un bocata puede ser la mejor golosita, un banquete, un festín (sin Babette), una cena de lujo. Un bocata es un mundo en la memoria. Y una comida tan verdad…

lunes, 20 de septiembre de 2010

CRUZAR EL RIO

Recuerda hoy esa sensación. Abrigado, sentado en una piedra enorme llena de musgo y liquen el pescador se come el bocadillo de pan, queso de cabra y pechuga de pollo empanada y bebe agua del río y no tiene miedo a casi nada.

Hace mucho frío un amanecer de mediados de marzo. La hierba seca y helada cruje bajo las botas y los dedos de las manos están torpes para meter el hilo por las guías y atar un señuelo. El río baja fuerte y sólo hay un sitio para cruzar con seguridad en toda la garganta. Un lugar donde el agua se abre y la profundidad o la corriente son aceptables. El pescador ama ese momento. Ese caminar río arriba mientra sale el sol y esa sensación de meterse en el agua helada y sentir como le muerde el frío. Lentamente cruza. La corriente es fuerte, las piedras pulidas parecen de gelatina bajo sus pies y el fondo es irreal bajo los remolinos del agua. Hay momentos de miedo, de concentrase en pisar bien en la arena, de guardar un precario equilibrio paso a paso mientras el agua suena fuerte y ancha en todas partes. Pero los pies son sabios. Y es tanto el placer de esos instantes, tantas veces vividos. El pescador recuerda cada trucha, cada piedra, cada remolino del río. Vio los jabalíes salir rezongando del helechal del charco de la Vena y más arriba la nutria jugando en la tabla de agua de su nombre. Ha cogido dos truchas y es un hombre feliz. Caminar por el agua, sentir como la corriente le quiere derribar es igual que amar. Lo piensa aunque sabe que pocos entenderían ese símil. La vida empuja, enfría, hace ruido, amenaza, nos hace dudar, pero el corazón del pescador la siente hermosa, atractiva, feliz en su empujar salvaje, en su voluntad de río indomable y milenario.

Pero el pescador no puede hablar del amor, así, en abstracto, él no es un filósofo, sólo un pescador y su amor tiene nombre y formas concretas y una voz que se le metió muy dentro de su alma. Y su alma es el río. Este río de marzo. El amor tiene un nombre y cada vez que piensa en ella se siente igual que en medio de la corriente en la parte más ancha, presiente la intensidad, el instinto, la felicidad infantil y primitiva del agua llenando entera su vida. El pescador se asombra y no dice que nunca ha encontrado a nadie tan igual, tan afín, tan cercano. Tan cómplice. Nadie. Dice su nombre en voz alta por ver como suena con la música de fondo de la corriente. Tanta soledad, esta soledad inmensa, dura y rica que le llena en el río. Tanta compañía dulce, suave e intensa cuando está con ella. Tal vez sea difícil amarla ahora como difícil es cruzar un río crecido en marzo, pero es tan placentero.

Muchas veces, cada día, todo del día echa de menos su presencia. Pero nunca lo dice. También echar de menos tiene su punto de placer. El pescador no le dice tantas cosas, a veces teme guardar demasiado, a veces teme decir demasiado y todo eso también es placentero. Los ríos le salvan. Los torrentes le hacen fuerte y estar en forma, con el equilibrio a punto y sin miedo a casi nada. El agua helada y dura le dice que todos los pasos son importantes y que el tiempo es largo y profundo y sorprendente como un río en marzo. Una vez soñó pescar surubíes en esos ríos enormes del sur o pescar salmones en el fin del mundo o dorados feroces en el Paraná. Una vez soñó acariciar su espalda y beber el agua de los ríos de su cuerpo.

El hombre que camina es torpe, pero el pescador que ahora cruza la corriente es sabio. Ha aprendido muchas cosas estos años de los ríos, de soledad, de los caminos invisibles entre la hierba alta, de porque ama cocinar, comer, pescar, desear, soñar. Ha aprendido a amarla y a tener certezas y a decirle sin pudor que la quiere y a decirle sin miedo que se siente con ella como cuando cruza un torrente en marzo y es feliz. Así.

SOPA DE SEPTIEMBRE

(Fotografía de Emily Bruns)

¿Qué te haré de comer? ¿Guiso de lentitud, salsa de deseo, asado de ternura, sopa de besos, ensalada de caricias y mar? Día de nubes en Madrid, anticipo de otoño. ¿Día propicio para la primera sopa caliente?.

Todo rallado: puerro, cebolla, apio, dos dientes de ajo sin pelar, pimiento verde, zanahoria, nabo, luego tres mejillones, diez gambas. Cuezo lentamente. Filtro, añado un puñado de tapioca los cuerpitos de las gambas trituradas, un boletus rallado (que tenía en conserva), una yema de huevo desleída en Jerez. Sopa de septiembre y de nubes, ojala de lluvia y de tormenta. Que el

Gran Hunapú te cuide.

jueves, 16 de septiembre de 2010

LOS HIGOS FRESCOS DE LUIS MELENDEZ

(Pintura de Luis Meléndez) Pan de antes, higos de antes, estos son del siglo XVIII y están tan frescos.

Higos frescos, higos secos, subirse a la higuera, tocarlos para sentir cuales están maduros. Se les pueden hacer muchas mezclas y perrerías a los higos, con jamón ibérico, con jamón de pato, con mascarpone… hasta con caviar probé unos en cierto restaurante excesivo.

Yo los prefiero solos, cogidos de la higuera, frescos como las noches de septiembre y de pezón largo e interior rojo, por supuesto.

Nada tan mediterráneo y tan homérico. Tan metido en el inconsciente colectivo de nuestro paladar por muchas frutas nuevas, exóticas e inventadas que lleguen a la mesa.

Luego, ya en diciembre, higos secos rellenos de nueces, caminar por el monte o por las vides acechando liebres y perdices con unos cuantos higos secos en el bolsillo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

CIGALAS ESTILO VICTOR

(foto mala de mi móvil)

Comida de fiesta y lujo. Festejar, agradecer que la vida o el destino se disculpan, festejar siempre lo bueno. Nosotros, cómo no, con una comida a base de marisco. Esos bichos de otro mundo, tan feos y tan ricos. Pulpo a feira con unos cachelos tan ricos como el pulpo, ensalada de cherrys ecológicos, empanada, setas, nécoras cocinas en su punto y cigalones a la plancha, exquisitas. Para beber un vino helado tinerfeño, Brumas de Ayosa. Las cigalas apenas abiertas, un machado ligero de perejil y ajo, y a la plancha lo justo o hasta menos. El marisco tiene eso, que a nosotros nos vuelve locos. Eso de comer con las manos, rechupetear patas y cabezas, romper caparazones, sorber el mar que guardan. Simple felicidad. Recuerdo los versos de Inmaculada Mengíbar: “…Después de tanto amor y de tanto fracaso. / Quién sabe si después de tanto desencanto / no volverá el destino a disculparse”.

Y eso hace la vida o el destino. Festejamos que Ruth comienza nueva vida laboral mucho mejor. Pero festejamos mucho más. Victor de cocinero experto. Yo no hubiera hecho mejor las cigalas. Los cinco hermanos somos buenos cocineros y no sé porqué. Tal vez porque nos gusta comer, porque comer siempre es una fiesta, porque la vida y el destino se han disculpado últimamente muchas veces.

Luego, ya de madrugada, sueño con el sabor del mar si el mar supiera dulce, tu sabor, y en cómo los cartógrafos se pierden cuando la tierra es piel y el mapa se ha de leer en la penumbra.

sábado, 11 de septiembre de 2010

MI MAPA DEL MUNDO

(foto: A. Kharlamov) Y ese verso de John Keats: “lejos, lejos he de volar contigo”. Tantos años sin amar. Olvidados los trucos y las trampas, olvidados los relojes del cuerpo sólo sigo mi instinto y vuelo por tus labios y tus pechos y vuelo dentro de ti, bebiendo tu agua con tanta sed de noches y no me canso de beber, besar, chupar, acariciar con mis labios y mi lengua ese lugar suave, caliente, lleno de risas y de ecos. Mi sexo no funciona, anda dormido, perezoso, olvidado, pero a mi no me importa ahora, ya despertará de su letargo, dejo que mis dedos y mi boca te busquen, dejo que te busque mi memoria, mi deseo, mis sueños. No me sorprende tu cuerpo, ni su belleza, ni su tacto adolescente y nado en él como en el mar de una infancia de playa y de olas altas y juegos. No me canso, imposible cansarse de nadar dentro de él o dentro de tus ojos, más desnudos que nadie, respirando el aliento, dejando muy detrás todas las horas, el tiempo vulnerable, la noche boca arriba...alimentándome de ti. No hay guiso, ni plato, ni alimento, ni receta hoy aquí, sólo hambre y amor, sólo dos cuerpos que se llaman nosotros, tan desnudos, sin armaduras, ni ropa, ni preguntas. He atravesado miles de días desolados, caminando entre rocas afiladas, espinos y silencio creyendo que ya no habría más pero también con la loca certeza de que estabas allí, en alguna parte, acechando como una pantera, valiente y libre. He buscado mapas en otros cuerpos aprendiendo que no hay brújulas ni rumbos cuando se quiere llegar al lugar de la piel donde nos soñaron felices, donde nos amaron por duende. He dudado mil veces de las palabras y su hilo de seda aprendiendo a resistir, resistir siempre, intentando no olvidar el idioma secreto de tu nombre. He aprendido a escribir, cocinar, beber silencio fresco en verano y caliente en invierno, a no cansarme nunca de caminar, a no cansarme nunca de nombrarte y rebuscar en el filo de sal de tantos versos aquellas voces que iban a jugar contigo en el futuro. En los mares fríos y templados, en los océanos oscuros donde duermen las tortugas y los monstruos nado contigo sin miedo, duermo contigo arropado solo con tu leve sonrisa y la seda de tu olor. Ahora sé verdad a qué sabe la vida, qué tacto de miel y mariposas tiene el origen del mundo, porque tu agua lo cura todo, refresca y alimenta y sana. Cartógrafo para ti, nunca dibujaré un mapa en el que te pierdas, ni rutas de paraíso, ni islas del tesoro, ni fuentes de la eterna juventud, ni eldorados, ninguna carta que llegue a algún destino, sólo mapas en blanco, secretos, invisibles, reales para caminar luego cogido de tu mano y no descansar nunca, no dormir, no parar, no hay reposo si tu cuerpo está cerca y su sabor me perfuma la vida.
Mi mapa del mundo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

ENSEÑAR LOS INGREDIENTES DE VIVIR

Amistad a lo largo. Puedes estar la noche entera hablando y entera la noche en silencio, mano a mano con un vino, en silencio, en paz. Me sorprende de pronto como los años me han arrancado tantos trozos de piel y sin embargo el brillo de mirar la vida es hoy hasta más intenso que entonces. Antes era distinto, siempre fui distinto, “el raro”. Y ahora soy distinto y sin embargo acepto todas esa grandes y pequeñas rendiciones, derrotas, vergüenzas que escondo ante otros pero nunca entre él.

Alguien dijo: Me muero por unos hojaldres con queso dentro, lasaña de verduras y marisco, un arroz meloso… Otro dijo: pizza con mucha albahaca, cortezas de cerdo adobadas, pisto con setas, huevos fritos, pan.

Los deseos quedaron enredados en la noche y el silencio. Amistad a lo largo. El hijo duerme. Le he arropado dos o tres veces con el saco de dormir. Tan pequeño ya tan grande. Descubriendo la vida. Me importa una mierda ser un buen profesional, un buen escritor, un buen ciudadano. Sólo me gustaría que el hijo, cuando cumpla los cuarenta y cinco que yo tengo y piense en mí sienta que he sido un buen tipo, ¿un buen padre?. No creo que pueda enseñarle demasiado. Digo demasiadas veces "no sé". Creo que casi todo lo descubrimos nosotros mismos sin tutores, ni guías, ni maestros y así la vida, con sus tropiezos, aciertos, fracasos e intensidad es siempre más divertida y jugosa y asombrosa. Sólo intento enseñarle a cocinar, a pescar, a que sea una buena persona y que sepa disfrutar de los instantes y aceptar las derrotas sin hundirse. No sé si es mucho. Pero hoy me emociona verle dormir a mi lado y luego, en el río, el estilo con que lanza el señuelo, el brillo de sus ojos cuando lucha con el pez, la elegancia de sus gestos con la caña. Será, estoy seguro, mucho mejor pescador que yo, mucho mejor cocinero que yo, mucho mejor persona que yo. Lo sé.

Hoy le he hecho feliz. Eso también lo sé. Creo que hay pocas cosas más importantes, intensas y placenteras que hacer feliz a un hijo. Lo demás es secundario. Siempre.