martes, 21 de diciembre de 2010

...UN LUGAR CON FUEGO DONDE ASAR (CARTA A LOS REYES MAGOS)

(Foto R. Soria) Una chimenea, un río limpio con truchas, un bosque de robles en el que poder perderse, una caña de bambú refundido con su sedal de seda inglesa y unas moscas fabricadas con mis manos, un hijo pescador que me despierte antes del amanecer para salir al agua en marzo, una setas y unas chuletas asándose en el fuego. Apenas nada o casi nada, deseos sencillos.

Me dejan frío los lujos del mercado, los hoteles, los coches de muchos caballos (me siguen gustando los que sólo tienen dos), no entiendo el amor por los relojes, los viajes, los paraísos confortables y lejanos, las casas, la ropa… he ayudado a alimentar esas extrañas ambiciones y sé de sus trampas.

También pediría vino. Ni caro, ni raro, ni famoso, sólo un vino bueno de los que hay tantos hoy para acompañar la chimenea encendida, las chuletas, las setas, el hambre.

Hoy lo tengo casi todo menos la chimenea. El fuego encendido hipnotiza, distrae, ensueña, hace feliz. Las llamas, las brasas, el calor. Miles de años asociando el fuego al abrigo, la protección, el hogar, la comida caliente. Imposible quitarse de encima ese reflejo cultural. Asar al fuego unas setas, unos humildes níscalos y unas pequeñas chuletas de cordero que mojaremos luego en un poco de romesco.

Eso he escrito hoy en mi carta a los Reyes Magos de Oriente que luego he ido a echar a correos. Queridos Reyes Magos, he sido un niño bueno, quisiera pedirles una chimenea, no hace falta que la dejen encendida, ya sé encenderla yo..

No les pedí que aparezcas mañana desnuda y dormida junto a mi. Porque también creo en Papá Noel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario