viernes, 25 de febrero de 2011

HIGADO DE RAPE EN "LA PLANCHA"

(Ilustración de M. Mía Araujo)

Cierra los ojos. Hay ciudades monstruosas que sin embargo son nuestro hogar. Me siento de nuevo en el banco frente al cruce de Broadway con la 5ª, a la altura de la 23 a disfrutar de este extraño bocadillo de hígado.

Hay peces monstruosos que acechan en la oscuridad de lo más profundo. Pero yo no me fío de las apariencias. Los monstruos suelen estar exquisitos.

Este hígado de rape, rosado y blancuzco me parece la lengua de algún marciano accidentado. Quito las venas metiendo los dedos y el cuchillo. Luego pongo su carne en agua de mar y zumo de reineta un buen rato. Hay noches que suenan a mar de fondo helado y sin embargo nadamos sin miedo sabiendo que debajo está el abismo. Flotar o hundirse. Nadar siempre respirando ahí dentro, donde ella ya no es ella sino el mar.

Seco y empaqueto el hígado en film y le hiervo al vapor unos pocos minutos. Luego, más tarde, ya frío, corto filetitos y le acompaño con un puré fino de cebolla morada sofrita, miel y jerez. Hoy meto unas cuantas lonchitas entre dos rebanadas de pan judío de semillas, embadurno su interior con el puré de cebolla, una breve ralladura de rábano picante y salgo a la calle a comer y contemplar el Flatrion.

Lata de 1/3 de cerveza checa, bocadillo de monstruo y tu mar. Brindo por ti, que andarás perdida un poco más abajo y brindo por Daniel Hudson Burnham.

Cierra los ojos.

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