domingo, 13 de febrero de 2011

MACARRONES

(Pintura de Frida Kahlo)

Dos ideas. Dos alternativas. Apocalípticos o integrados. Cronopios o famas. Sedentarios o nómadas, los que usan zapatos brillantes, los que necesitan poder mover los dedos de los pies. Los que viajan siguiendo mapas y guías, los que caminan siguiendo las estrellas o a su corazón. Podemos elegir. Una y otra vez, como las olas que me adormecen hoy junto a la playa, vuelven a mi memoria las palabras de Walter Benjamín: “En un amor, la mayoría busca una patria eterna. Otros, aunque muy pocos, un eterno viajar””. Viajar por la tierra o por dentro de nuestra memoria. No sé cual de los viajes es más incierto y peligroso, no sé cual puede ser a la vez más placentero y arriesgado. A veces, no se vuelve.

Claro que está la opción de no viajar ni por tierra ni por dentro, ir de turista y patria eterna, pero esa nunca fue nuestra opción ni nuestra vida. Me hago unos macarrones con almejas y bonito, cena de nómada, macarrones al dente, almejas abiertas al vapor y unas cuchadas de romesco en el que he macerado dados pequeños de bonito. El agüita de las almejas, el majado de almendras, el suave hunto del pescado se mezcla con la pasta y nos da un guiso sincero, sin trampa ni cartón, sin artificio ni espuma. La cena perfecta para escribir esta receta y escuchar este mar de febrero que huele a viaje, a sueño de mimosas amarillas, a ese verso de Éluard “Hasta cuando dormimos cuidamos uno el otro”, ese de Luis "Quién conozca los vientos que repita tu nombre". No es fácil el camino y es tan fácil rendirse. He conocido a tantos viajeros y viajeras retirarse a la aparente seguridad de un abrazo sin riesgos ni sorpresa. Yo no puedo, en ciudades y bosques por igual me siento protegido. Una vez hicimos unos macarrones con caviar y wakame y sésamo tostado. Tu me advertiste, voy a salir de viaje, no será muy largo, ocho o diez meses, pero temo ir lejos. Masticabas la pasta y me mirabas muy seria. ¿Volverás? Pregunté mientras me servía otra copa de un Burdeos intenso y cereza. Pero ¿quién vuelve?, ¿quién regresa?. Sabía que eras una viajera experta, aún así, por una vez en la vida, temí no saber esperarte. Intenté confundir mi temor, Bueno, cuando vuelvas me beberé de tus labios las palabras que una vez no me dijiste y te guisaré unos macarrones con tocino, gambas y guisantes tiernos.

Miro mi amuleto, un pez de jade, el olor de tu cuerpo en mi memoria, el ronroneo del mar, el brillo de estos macarrones que mastico con hambre. Una vez salí de viaje, nunca volví.

Una vez salteé a fuego fuerte dados de foie, añadí los macarrones y mas dados de sandía sin pepitas.

Ten cuidado en tu viaje. Tráeme una sandía.

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