lunes, 25 de abril de 2011

WEBOS FRITOS

Creo que algunos libros tienen piel y nos transmiten en sus palabras escritas la voz, la respiración, el olor, los sueños de quienes los han escrito.

No tengo especial amor a los libros, tanto me da un formato de bolsillo, que un libro de kiosco o en formato electrónico. Sin embargo, durante mi vida, he ido guardando algunos, o tal vez ellos me han guardado a mi protegiendo mis días, proponiéndome sueños, dudas, sorpresas, sonrisas. Libros que sin yo proponérmelo me han acompañado por los años, las casas, las ciudades, las despedidas. Y de todo estos, los más sucios, rallados, escritos, doblados, manchados, rotos… han sido los libros de poemas y los libros de cocina. Muchas veces pienso que son casi lo mismo porque me sirven para ser feliz cuando todo es incierto y duro. Los libros de cocina y los de poesía, aún los más desoladores y amargos, aún los más asépticos y estrictos, tienen la piel suave y la voz cariñosa, huelen a vida y a verdad como ningún otro.

Hoy, de vuelta de los nomadeos por los ríos de mi infancia pescadora, me encuentro con un libro de recetas en mi mesa. Un libro especial, lleno de recetas ricas, con memoria, con sol, con placer, con sabores que pienso recordar o descubrir uno a uno, despacio, siguiendo con una sonrisa los pasos de su autora.

Llevaba un tiempo harto de los libros de recetas presuntuosos, imposibles, deconstruidos, sosos, de recetas chorras y fotos de revista del corazón con mucho frus frus de vaporizador y más “potochop” que el culo de Schiffer o de libros étnicos, neo-regionales, fusión, de famosos, de cocinillas, de cocineros en crisis, de cocineras modelo, de médicos dietistas, de envenenadores de prestigio… Huía como de la peste de cualquier recetario y últimamente ya sólo me interesaban y divertían los viejos ensayos de Cordón, Domingo, Luján, Sert, Plá… o la exploración del fuego de Víctor Arginzoniz o el librito de Paul Richardson “Cenar a las tantas”, que está en lo mejor de la tradición del guiri escritor sin prejuicios, erudito, curioso, divertido, glotón y amante activo de las Españas (más que muchos de sus habitantes.)

y de pronto me encuentro las recetas de “webos” encima de la mesa de mi despacho. Con una selección de recetas equilibrada y muy diversa; explicadas con precisión, cariño, humor; con unas fotografías de verdad y además apetitosas, un papel de lujo (gordo y mate para que aguante la mala vida que le voy a dar), un índice útil y original (“recetas para almas descarriadas”, “ Sorprende a tu cuñado”, “para llevar a la oficina”…) y una diversidad, lo repito, que me permite adivinar un trabajo invisible inmenso de selección de esas más de ochenta recetas. De este libro pienso cocinar todas las recetas, porque todas son recetas para hacer. Ya he hecho mi lista, pienso comenzar por las croquetas de calmares en su tinta, las setas rellenas de gambas, las flores manchegas de bacalao, los volovanes de alcachofa, el rabo, los eclairs y el hojaldre… luego todas las demás

Un libro que mancharé con gusto y que me va a hacer feliz muchos días de mi vida. Un libro para usar, regalar a quién quieres, pasear por el mundo, llevar de viaje, enseñar por ahí. Un recetario de verdad, probado, sensato, rico, que bebe en lo mejor de la cocina de aquí, de nuestra memoria, pero con el punto suave del siglo XXI. Ya seguíamos a Susana Pérez y a Jesús Cerezo más de 170.000 personas en www.webosfritos.es (premio al mejor Gastronómico y Blog del Público de los Premios Bitácoras 2010) a mi me gustaba sus recetas, además de por los guisos en sí, por su narrativa, su forma de contar, explicar, proponer, utilizar el ingrediente delicado de las palabras para convencernos de lo fácil y rico del guiso y hacernos sonreír.

Si, creo que algunos libros tienen piel, dan calor, reconfortan y animan como un caldo en un día frío de invierno o refrescan como un gazpacho en las tardes tórridas del agosto manchego. Libros que nos transmiten con sus palabras escritas la voz, la vida, el olor exquisito y auténtico de la cocina y los sueños de quienes los han escrito. El libro de Susana y Jesús huele a esa magia tan rara hoy. Merci.

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