martes, 31 de mayo de 2011

DESAYUNO DESDE UNA PINTURA DE FRANCINE VAN HOVE

(Pintura de Francine Van Hove)

El lujo es la pereza, la aspiración utópica de Lafargue. Una forma de ocio cada vez más escaso en nuestro mundo de acción, horarios, metas, viajes apresurados para visitar todo y fotografiar todo. El lujo de la quietud, del desayuno lento, del tiempo por delante. Él huele a café, pero no se levanta, le gusta mantener el sabor de ella en el filo del sueño. Ella aún no se ha quitado de la piel el naufragio de ayer, el de esta madrugada, esa tormenta oscura que provocó la marea del deseo compartido. Saborea el café medio desnuda y le espera para desayunar algo más consistente. Lee tocando las palabras de esa vieja historia de Italo Calvino titulada “Si una noche de Invierno un viajero”. Lo sabe bien, este tiempo es precioso. Tal vez instantes, tal vez horas, quién sabe. Han viajado muy lejos esta noche y no hizo falta alejarse de la cama. La pereza, el placer de la pereza, la lectura, el café, el cuerpo inmóvil de él al otro lado de la mesa y ese asombro de ayer, de olvidar las palabras, de no necesitarlas, de sentirse tan sólo soberanos el tiempo, afortunados, afines, cómplices, amantes. Amantes sin amor, amantes amigos, tocándose con esa lealtad de quién lo sabe todo del otro, de quienes se abandonan a esa desnudez que los deja vulnerables, torpes, expuestos, poco admirables y sin embargo, por encima de todo, se tienen lealtad y deseo.

Deben ser las diez de la mañana. Ella tiene hambre. Le gusta comer, sentirse hambrienta, compartir, dejarse guiar por su cuerpo para comer, beber, amar. Él tiene hambre también, pero ese filo de sueño es tan sabroso, ese lugar de la memoria reciente es tan placentero y nítido que no quiere moverse, ni abrir los ojos, ni decirle: ven.

No hay proyectos, ni sueños, ni cuentas ni cuentos pendientes, sólo tiempo suave y perdido entre dos dormilones perezosos. Todo un lujo. Pero. El olor al café con cardamomo que ella ha hecho es tan irresistible. Él se levanta por fin, reconoce ese libro, pero no reconoce sus formas, su mirada perdida en la historia, el color de sus labios ahora, con esta luz de Junio entre las nubes de la tormenta reciente.

Hicieron pan ayer, juntos, tal vez lo único que han hecho juntos de verdad en todos estos años, receta de una amiga. Pan de verdad que él tuesta y aliña con aceite, tomate rallado, fuet cortado muy fino. Fríe también unos huevos y unos pimientos verdes. Hace más café, exprime mandarinas, licua mango y papaya. Pero lo más rico de este desayuno es el tiempo, esa lentitud tan placentera, este no hacer nada, mirar como lee ella esa historia de este libro tan viejo que le ha acompañado durante tantos años por tantas casas.

No hay futuro, ni intriga, ni sorpresa, solo el placer intenso y silencioso del reconocimiento, de querer y saber aplazar el deseo mañanero para el postre. Pringan el pan en la yema, rebañan los platos, muerden los pimientos sobre el pan, beben café a pequeños sorbos. ¿quieres más?

Él no dice nada, vuelve a la cama. Piensa que nada le gusta más que verle leer su libro, saborear su café, tocar su tiempo, su mañana, su pereza.

Ella no dice nada. Le gusta esta pereza, el café que hizo él, el desayuno excesivo, el tiempo por delante, el viejo libro.

Es verdad, el lujo es la pereza, sentirse amigos, libres, juntos, haber logrado eso, por un día, el respeto del tiempo y de la vida.

viernes, 27 de mayo de 2011

PIL PIL DE POLLO

Empáticos, complementarios, afines, cercanos, amigos. Ideología y amor, amor y militancia, amor y sueños, saber volar como decía Subiela y saber bucear, nadar, caminar juntos rozando el mundo y piel con piel. A ella le puede gustar el dry martini y a él el gin tonic, no se trata de tener gustos idénticos o que tu voz y su voz sean solo eco, no, escribo de algo más obvio, carnal, real, profundo: afinidad. Ese misterio. El agua y el aceite pueden mezclarse, emulsionar en un pil-pil, no son opuestos.

“Hacer pil pil contigo” puede ser una forma nueva de decir las cosas.

Yo hago muchas veces bacalao al pil pil, emulsiono la salsita, el agua y la gelatina de este pez resucitado, momia, tesoro, y el aceite de los ajos fritos. Me como el bacalao con apetito, ganas, hambre y siempre dejo un poco de salsa, que vuelvo a ligar después para alegrar unos cangrejos pelados, crudos, salados que se hacen en la salsa caliente según se va ligando y alegrando con una punta de bola de pimiento de esas que rabian. Otras veces almejas, fletán, gallo, hasta pollo, trocitos de pechuga que antes marqué en la plancha. Pil pil de pollo, si. Afinidad de mar y campo.

“Hacer pil pil contigo", eso quiero y te digo. Mezclarme contigo. Afinidad, complicidad, amor… quién sabe.

SOPAS FRÍAS

(Plato de tallillos fritos)

Primavera de lluvia y monte salvaje. En la ciudad, en Sol, comienza a hacer calor.

Recuerdo un pequeño manojo de corujas y de berros, vinagre suave, aceite virgen y verde, sal y agua fría de la fuente. Se pican bien los berros y las corujas limpias, se majan con el mortero y se cubren de agua, se aliñan con el vinagre, el aceite y la sal y se guarda en la nevera durante una hora. A eso de las siete de la tarde, bajo la sombra de las acacias, contemplo el río y saboreo el suave ácido, picante, salado de este ligero gazpacho verde. Estoy en paz. Para que luego digas que soy un depredador carnívoro. Mastico los berros despacio y siento como mi cuerpo se refresca. Mi abuelo, que me enseñó el plato, echaba también un huevo duro picado para hacer más alimenticio el invento. Buscábamos las corujas en los arroyos limpios que bajaban de Tormantos. Tantos años.

La infancia. A veces paraíso, en mi caso al menos.

Soy tan carnívoro como frugívoro o herbívoro. Si sabes escuchar, el cuerpo pide en cada momento lo que necesita y hoy era esto, un poco de paz, sol, verde. El cuerpo agradece hoy esta lentitud y este sabor. Los ojos agradecen siempre mirar lejos. Tú dirías: otear el horizonte.

Verde. Hoy te quiero verde.

martes, 24 de mayo de 2011

... Y CEREZAS DE POSTRE, SIN MÁS RITO.

La tierra, el agua, el sol son lo importante. Creían que el progreso era de cemento y ladrillo, de asfalto, gasolina, plástico… el lujo, la ambición, la comodidad de hoteles remotos y coches con líneas de sirena… pero ahí están esas cerezas para nombrar de qué color es la vida. Comí unas ricas lapas en Tenerife, quién lo iba a decir, humildes lapas, exquisitas lapas y luego, el domingo, cerezas.

Vivir es muy difícil para muchos, atraviesan el mar, de noche, les salpica la espuma y el miedo, imaginan que al otro lado, si no está el paraíso, al menos no está el infierno. También aquí hay días de noche, mar, espuma y miedo pero es distinto. Tenemos las cerezas madurando a su ritmo, la música del día, la pereza feliz de un día de descanso. Metemos los pies en el agua del torrente a ver cuanto aguantamos. Sentir. Luego el sol de vuelta, la caricia de la sombra bajo los nogales. Sentir que vivimos. Más tarde la comida, el postre de cerezas, el café. Sentir que el tiempo es nuestro.

Imposible no ser por un rato un poco animistas y no bendecir a la tierra, al agua, al sol de mayo la forma que tienen de borrar la zozobra, el cansancio, el dolor, el ruido, la furia de la crisis y dejarnos desnudos, sólo con lo que somos.

Eres un jipi papá, me dice Iker.

lunes, 16 de mayo de 2011

ORÉGANO

Cada vez que bajo al torrente grande veo como crece el orégano. Este año habrá muchísimo y no hay nada más placentero que un buen tomate maduro, pelado y laminado al que añadimos un buen chorreón de aceite en el que hemos macerado unas horas y deshecho dos cogollos de flores de orégano fresco y verde.

Calculo que en menos de un mes ya habrá crecido las flores del orégano y podré darme el gusto.

Hay zonas de esta ribera que la cicuta, los helechos, las ortigas tienen más de dos metros de altura. Las lluvias de primavera, el agua dulce son la vida. Estos días me he movido al ritmo del reloj del sol, que es el ritmo sensato en el que se mueve la vida en el mundo y en nada se parece a todos estos cronos y horarios que nos roban el aliento en la ciudad. Salí a desayunar, por primera vez este año, a la terraza, bajo la sombrilla verde. Esta primavera es el infierno de los alérgicos pero para mi es el paraíso porque cierro los ojos y puedo descubrir y recordar muchos olores de antes. Hago un café fuerte, zumo, buñuelos. Desayuno descalzo, tocando las losas frías, dejando que la brisa mañanera me peine el despeinado del sueño.

No me engaño, el mundo está lleno de pequeños infiernos, también los hay muy grandes y hay dolor, desolación, muerte, rendiciones. Apenas hay que tener un poco de lucidez para descubrir que el porvenir sigue siendo incertidumbre gris, que nos han derrotado en casi todas las lides, que nos han engañado con cuentos y cuentas, que ni siquiera el amor nos retiró a tiempo del afilado acantilado de tantos días perdidos. Y aún así, al sol, con un café aromático en las manos y luego, más tarde, junto al río, puedo tocar la piel suave de la felicidad más instintiva, aquella que no necesita ni retóricas ni lujos.

jueves, 12 de mayo de 2011

PATATAS CON COSTILLAS Y ALMEJAS

(Pintura de Federico Zandomeneghi)
Imagino que duermes como esta mujer de Zandomeneghi.

¿Qué borran los días?... los días que pasan despacio, los que no tienen un nombre, lo que no nos hicieron sentirnos reflejados en la caricia deseada o en la palabra que llega de lejos y nos lame la nuca. ¿Qué borran los días que no llegaron a ser nuestros?, aquellos que ni siquiera terminamos compartiendo cerveza fría y despedida.

He guisado costillas de cerdo tiernas, adobadas, que luego, ya bien cocidas, he deshuesado. Tamicé más tarde el caldo para cocer en él unas patatas buenas, peladas y rotas para que hicieran el caldo espeso. Laurel, un poco de cilantro, pimiento en dados y en dados, sin pepitas, un tomate. Abro al vapor del caldo unas almejas que añado sin su concha a esta sopa fuerte y también la carne de las costillas. Me sirvo en un cuenco de barro, soplo el calor y como el guiso con una cuchara de palo sentado al primer sol de mayo. Se mezclan en mi memoria la carne melosa, el pimentón intenso, la bofetada de mar de las almejas, el verde soñado del cilantro, el ácido primaveral del punto de tomate. Muerdo una guindilla verde en vinagre. Cierro los ojos. Náufragos quizá, nómadas tal vez, siempre ligeros de equipaje porque sabemos que no hay más tesoro que la memoria, pero no la que coge polvo en el pasado, arrumbada, muda y traidora sino la otra, la memoria fresca que comparto contigo y contigo construyo para luego servirme un buen cuenco caliente y comer con cuchara de palo y mirar como este primer sol de mayo prende en tus ojos verdes.

¿Qué borran los días que son nuestros? Todo lo que duele.

martes, 10 de mayo de 2011

RAMÓN FERNÁNDEZ DURÁN


En mi trabajo como sociólogo de mercado, alejado del activismo social o la sociología más teórica, muchas veces lo tomo de referencia, utilizo sus enfoques, análisis, planteamientos, como utilizo muchas veces a Jesús Ibañez. Sé que a él no le importaba que trabajase "en el lado oscuro". No puedo decir nada mejor de lo que ya dirán sus amigos más íntimos de mi tocayo Ramón Fernández Durán, una de las mejores personas y más comprometidas con su presente y nuestro futuro que he conocido en mi vida y uno de los sociólogos más lúcidos y, sobre todo, más certeros que he leído y estudiado nunca.
Es difícil, muy difícil analizar este mundo y definir su trayectoria a corto y medio plazo pero su análisis y prospectiva son de una agudeza y un acierto asombroso. Pero no quería hablar aquí de todo eso que ya saben y volverán a decir sus cientos de amigos y amigas. Sólo quería recordar también que Ramón era un tipo que amaba vivir y que por lo tanto le gustaba mucho comer. La comida para él era un momento de placer colectivo, de compartir, conversar, reír, saborear lo rico, tocar felicidad.
Hace un año me lo encontré en una tasca cerca de Dos de Mayo, Ramón iba con unos amigos, se sentó junto a nuestra mesa y pude contemplar como saboreaba las raciones y su vino, nos saludamos brevemente. Para mi era una celebridad, un tipo admirable, un sociólogo exquisito.
Si algo echaba de menos Ramón en estos últimos tiempos era no poder saborear la comida, aunque seguía compartiendo el momento y saboreando con la memoria los alimentos. Su última carta me ha hecho llorar muchas veces, creo que también nos ha enseñado a bien morir. Y eso es tan, tan difícil.
Frente a otros sociólogos famosos, sesudos, mediáticos cuya obra se deshace con los días hasta ser humo o casi nada, la de Ramón Fernández Durán es fresca, verdadera, valiosa y eso es para mi, como sociólogo, tan asombroso y tan admirable.
Brindo hoy por él con el mejor de mis vinos y brindaré por él muchas veces. Su fiesta de despedida en va a ser memorable y feliz. Sólo el podía organizar una fiesta grande para festejar su muerte. Perdona Ramón, quería decir para festejar que otro mundo mejor es posible, para festejar LA VIDA.
Brindo por ti.

viernes, 6 de mayo de 2011

GALLO, CALABAZA Y ESPERA

(Foto de Luminosity) Espera un poco. Yo no espero. No se si me merezco un día tan bello o cuantos merezco o hasta cuando, pero el presente es un regalo. Ir y volver. Quisiera decirte que no viajes muy lejos, que no te pierdas, que tengas cuidado. Pero nunca lo digo, además yo suelo perderme, caerme, arriesgar, irme un poco más lejos o más profundo.

Espera un poco. Yo no espero. Además, esta vez, cuando vuelvas, no te voy a dar tiempo a que nombres los días sin tus manos.

Mientras tanto, con la memoria en la cocina del Atlas y mis lecturas infantiles de Tartarín de Tarascón convoco la pasta brick. Del recuerdo de la cocina Normanda traigo una crema de calabaza con mantequilla y pimienta. De una tasca pequeña de Muxia rescato unos berberechos gordos que tenían el mar entero dentro. Ya sabes mi fácil truco de meter dentro de la brick todo lo que me gusta. La calabaza picada se ha ido haciendo despacio en un buen dado de mantequilla que luego he triturado a conciencia. En cada saquito de pasta meto una cucharada de puré de calabaza y cuatro berberechos recién abiertos. Frío y doro cada saco de pasta brick que serán esta vez la guarnición de un filete de gallo generoso que el pescadero me ha desespinado. Un pescado plano no necesita de cremas, salsas ni mejunjes, vuelta y vuelta a la plancha con un chorro de aceite y la sal justa.

Espera un poco o te quemarás la lengua. Yo no espero y meto la mía dentro de brick crujiente de tu deseo. Nunca queda vida suficiente.

martes, 3 de mayo de 2011

QUESO CON TORMENTA

Queso curado de la sierra de Gata en aceite, aromatizado con tomillo y romero. De fondo una buena tormenta de primavera. El olor del queso, el aceite, las hierbas, el pan del Guijo, el txakolí frío. No se si me gusta más este queso o el sonido de la lluvia fuerte. La vida es siempre incertidumbre, sorpresa, noches para viajar con los ojos cerrados a donde no queríamos ir, de dónde no quisiéramos volver. Guardo un pedazo de jade en bruto que quisiera tallar. Igual que el tiempo en bruto, por tallar, cada día. Pero el queso, el pan y el vino me borran la tristeza, sería un insulto estar triste teniendo todo lo que tengo. Salgo a la tormenta.