jueves, 18 de febrero de 2016

CENA CON COLETTE


(el capullo de su primer marido firmaba sus primeras obras cuyos derechos tardó muchos años en recuperar)
Releo “Claudine en la Escuela” de la escritora Colette. La novelita se editó en la fecha redonda de 1900. Su vida fue larga, divertida, libre, dura, luego gloriosa…
Saboreo en sus aventuras el perfume de la libertad, el salvajismo, el deseo, el libertinaje, la frescura de una mujer de 27 años que viviría los mejores años de París. Ese París que nos pinta con ternura Woody Allen en “Midnight in Paris”. Colette era pequeña, regordeta, glotona. Ya muy mayor, al cumplir los ochenta, el gran chef Raymond Oliver la invitó a ella y a su amigo Curnonsky, de su misma edad, a una liebre royale. El chef se esmeró y preparó un “puré de liebre” delicioso, guisado con Burdeos y Sauternes, vinos que luego acompañaron el festín y que degustaron ambos, felices, alternando las copas, brindando por la vida, la memoria, la amistad. Igual de seductora y magnética con veintisiete que con cincuenta u ochenta años, igual de vital, optimista, hambrienta de vida. Eso escribieron quienes la conocieron.
He guisado alguna liebre royal pero nunca he utilizado el rico Sauternes en la preparación. Disfrutarán “Midnight in Paris” sobre todo los lectores que consideramos los libros “el amor de nuestra vida” y de “Claudine” y de la liebre royal los glotones de vida, lo que no se conforman, los que sueñan y sonríen y tienen ganas de amor, carne, caricias con veinte y con ochenta años.
Ayer guisé tallarines chinos con ostras, pollo, cebolla y calabacín. Le pido los tallarines sin nada al cocinero de un pequeño restaurante de mi barrio y luego hago yo el comistrajo en mi casa. Casi lo mejor del plato son los sencillos tallarines que el cocinero golpea y estira a la vista. No es tiempo de liebres ya, pero la primera que cace el otoño que viene seguiré la receta del excelso Raymond y derrocharé Burdeos y Sauternes. Lástima no poder invitar a Colette.

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