jueves, 7 de julio de 2011

LA RUTA DE LOS SUEÑOS

Aprendemos a amar, a cocinar y durante muchos años amamos y cocinamos con las ganas, la generosidad y la paciencia de esa etapa de la vida en la que nos sentimos, y somos, inmortales.

Amamos y cocinamos, porque nada quizá nos haga más felices.

He amado algo y he cocinado mucho, Y espero seguir amando y cocinando con igual alegría que siempre.

Pronto cumpliré años. Me pueden pesar algunos días pero el Tiempo, con mayúsculas, no me pesa.

Amar y cocinar me hace feliz, pero antes y ahora, sobre todo, me hace feliz estar con Iker y Guillermo, cocinar para ellos, decir que les quiero con la sencillez que nos sale cuando no lo pensamos, hablar con ellos del mundo, discutirlo todo, descubrir de nuevo canciones, libros, experiencias, sueños…

Sus sueños… cruzar la Ruta 66 hasta L.A. con Guillermo en dos Harleys de segunda mano… Pasear por el MIT mientras Iker me explica el nuevo uso de sus nanotubos y echa pestes del gobierno del mundo, comer con los dos un cucurucho de gambas en Petaluma… No hay paraíso más feliz que los sueños de los hijos. Nunca hubo otro más real. Ni lo habrá nunca.

Luego cantaba el viejo de Sabina:“(…)Y desafiando el oleaje /sin timón ni timonel, / por mis venas va,/ ligero de equipaje, /sobre un cascarón de nuez, / mi corazón de viaje (…)”

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