lunes, 30 de enero de 2012

ANGULAS VERITÉ


Me asombra el “clasismo” de algunos alimentos. Su designación como comida de las élites que luego tienden a emular o imitar el resto de clases sociales. Y viceversa. Rancho de pobres que se convierte en golosina de potentados. El caviar alimentaba a los pescadores del Caspio igual que el salmón ahumado era la comida barata de los leñadores, o los erizos y la espardeñas eran una comida marginal de humildes pescadores. Y así mil.
La emulación e imitación de las élites mueve una parte del mundo y de la economía como bien lo explicó Pierre Bourdieu en: ”La distinción. Criterios y bases sociales del gustoy antes Werner Sombart en “Lujo y capitalismo”. El caso más chusco y caricaturesco es el de las falsas angulas hechas de surimi, que es un invento español o ese empeño pertinaz en devorar insulsos y gomosos langostinos ecuatorianos por Navidad. Ahora son el cocido, el bacalao, las lentejas, la tortilla de patata, los callos, el tomate “pata negra” o los huevos estrellados alimentos preciados de los monarcas y la elite que “entiende” de la cosa gastrósofa. Y así mil.

Uno intenta no imitar ni hacer ascos a casi nada siempre que los humanos, sea cual sea su cultura, lleven comiendo la cosa unos cuantos siglos, pero recela un poco de lo nuevo, lo transgénico, lo inventado antes de ayer por las multinacionales petroquímicas para llenar la andorga o engañar el paladar. También yo como surimi, no siempre va uno por el mundo de sublime sin interrupción, pero me es imposible no dejar de pensar que esa pasta de proteína de pescado se hace con toda la morralla de los barcos factoría que lo mismo vale para hacer abono, pienso de gatos o falsas angulas. Así que si por la mañana, tras la cena sucedánea, uno dice miau o le crece el pelo fuerte y verde no se extraña demasiado, es cosa de los alimentos modernos.

Últimamente tenemos muchos políticos surimi, que no son ni carne ni pescado. Debe haberlos fabricado algún barco factoría de esos, con puré de morralla. Se creen que no, pero todos nos hemos dado cuenta de que son sucedáneo aunque sean muy votados.

Y mientras, las angulas de verdad, las siguen comiendo los de siempre, aunque digan que les gusta mucho el cocido madrileño o maragato. Pero todos nos hemos dado cuenta que mienten, y no precisamente por los gases.

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