miércoles, 24 de enero de 2018

LA COCINA DEL FUTURO I



(cocina de Ekokook)

Durante un tiempo, por mi trabajo de investigador de mercados, tuve que visitar muchas cocinas ajenas. Era triste contemplar los cuchitriles diseñados por algún arquitecto sádico y cocinófobo en los que la abnegada ama de casa preparaba la comida cotidiana (pocas veces me enseñó su cocina un señor) o las espléndidas y asépticas cocinas-laboratorio de los pisos más pijos en las que se notaba a la legua el escaso uso real de aquella habitación y lo bien que podía rastrearse su emulación en las revistas de decoración, interiorismo o el Hola de la peluquería.

Y luego, cuando compré casa, en el proceso de rastreo y arriesgada expedición hacia la deuda vitalicia, me las vi con vendedores agresivos que sabían alabar la distribución del inmueble, el luminoso salón, la estupenda bañera con hidromasaje o el jardín con vistas al vecino pero, cuando pasaban a enseñar la cocina, no les salía otras palabras que “discreta”, “funcional”, “moderna” para adjetivar “esa cosa” que en una fotografía podía dar más o menos el pego pero que en vivo y en directo era dudoso que en aquel espacio se pudiera cocinar más que un precocinado, unas palomitas o unas patatas prefritas. ¿Sería que los arquitectos no cocinaban?, ¿qué los interioristas tenían alergia al fogón?, ¿había una oscura conspiración para extinguir aquel obsoleto y rancio  espacio de la casa?

¿Por qué las cocinas no tenían buena luz natural?, ¿por qué eran como pasillos cerrados?, ¿por qué se empeñaban a veces en meter una micro mesa o mini barra para obligar a los inocentes dueños a desayunar en aquel cuartucho claustrofóbico?, ¿por qué las campanas extractoras eran “tan bonitas” y extraían tan poco humo?, ¿por qué había tan poca encimera para trabajar sobre ella?, ¿por qué se empeñaban en atiborrar la cocina de armarios?, ¿por qué todas parecían o bien una reinterpretación de un laboratorio de genética, una caricatura de una cocina provenzal o la paja mental de un arquitecto conceptual? Y, sobre todo, ¿por qué demonios eran tan pequeñas?... Luego, en los apartamentos  contemplé los penosos casos de la integración en el salón de una llamada eufemísticamente “cocina americana” ¿por qué los jueces no habían condenado a esos arquitectos a trabajos forzados sin derecho al bis a bis por ese delito de lesa majestad? . “Es que ya se cocina poco, cocinar hoy es perder el tiempo” me dijo con arrogancia y desparpajo inconsciente una vendedora de casas. “Esta cocina es de lujo” me dijo otro ante la contemplación en un duplex de una cocina grande con isla central que la que sin duda se podría armar a Frankenstein, comenzar la clonación en masa de cualquier especie en extinción o rodar una serie de familia americana numerosa pero no cocinar una de mis liebres. “Es que el concepto de hogar, de lugar de reunión familiar en torno al fuego ya no existe, ni es posible en esos 80 metros construidos de un piso cualquiera -se defendió un joven y sensato arquitecto amigo-. Además la gente no tienen tiempo para cocinar así que la cocina se mete en los mínimos metros. Más sería un derroche que no gustaría al cliente y no nos comprarían las casas”. 

3 comentarios:

  1. ah, si? nunca se me hubiera pasado por la cabeza que alguien no quisiera una cocina grande. Yo soy de esas que, no es que deba, sino que sueño con tirar varios tabiques para hacer más acogedora mi cocina. Y es que, no sé por qué, cuando viene gente a casa acabamos (más bien empezamos) todos en la cocina. Familia o amigos, mientras yo doy los últimos toques en los fogones acaban cogiendo sus copas, sus berberechos... y haciendo corrillo en la cocina. Me encanta!
    Saludos. Dolo

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  2. Todos acabamos en la cocina, siempre, aunque ya no haya fuego sino una triste vitro, pero hasta la vitro nos magnetiza. Son muchos miles de años convocados por el fuego y sus secretos. Será eso, que decía Jung, del inconsciente colectivo. Gracias por tu post, Dolo.

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  3. ¿Cocinan los arquitectos? Entonces sí habríamos visto naves de combate en llamas sobre los hombros de Orión.

    Hay ocasiones en que lo que me apetece es transformar el salón en cocina y la cocina dejarla para algún otro menester. Más fuegos, más luz, más encimera, más horno, más zona de trabajo...

    Siempre, siempre, siempre, nos reunimos entorno al fuego. Hogar. Fuego. Hogaza.

    Saludos,

    Jose

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