miércoles, 21 de marzo de 2012

RIGATONI DE LUJO



Gratitud es una palabra muy hermosa que siento algunas veces y no nombro casi nunca. Me puede la timidez. Pienso que esas cosas es mejor decirlas con la mirada y una sonrisa.

El día amaneció frío, ventoso, con mucha luz de primavera. Todos estábamos cansados de la paliza del día anterior, el madrugón, la caminata por la orilla de la garganta pescando truchas. Nos gusta a los tres hablar, discutir, comentar, polemizar, hilar una conversación animada sobre cualquier tema de historia, de política, del destino del mundo, sobre todo de los grandes temas: la guerra, el progreso, el mal, el futuro, la crisis, África, el agotamiento del petróleo, la necedad de una democracia directa.... Pero a mi me gusta sobre todo, ahora, escucharles, sentir que sus ideas salen muy frescas y rotundas, aunque las sienta equivocadas o acertadas. Sentir como crecen y se hacen mayores y distintos. Uno intenta la mayéutica, la ironía socrática, la pregunta retórica, pero no siempre cuela, no siempre me sale y tampoco está mal a veces dejarse llevar por los extremismos y las hipérboles de la adolescencia.

Antes de ayer era mi día, el rimbombante ”día del padre” y me dijeron que mi regalo sería que ellos cocinarían para mi lo que yo quisiera. De entre todos los lujos sentí que aquella oferta, aquel regalo, era el mayor de los lujos.
Les propuse unos rigatoni rellenos de setas y acompañados de pollo con una salsa suave de queso de cabra. Era un placer verles, mano a mano los dos, picando y sofriendo la cebolla, limpiando los champiñones, añadiendo las setas, picando luego la farsa, cociendo la pasta los quince minutos justos, rellenado los canutillos con la pasta de las setas, ligando la salsa de queso, picando las pechuguitas de pollo, amasando y aliñando esa carne con su punta de aji amarillo, cilantro y sal. La clave del guiso está hacer bien el puré de setas, no muy triturada, que haya trocitos, y saber rellenar bien los rigatoni. El truco de la salsa es hacer una crema de queso fina con nata, emmental y rulo de cabra que añadiremos apenas salteemos a fuego fuerte el pollo. No hay más misterio.

Sentí gratitud. Mis hijos cocinando para mi. Ninguna comida en el mundo, ningún restaurante  me dará más placer. El lujo es esto, lo otro es circo y vanidad, fuegos artificiales, maquillaje, retórica. El mayor de los lujos gastronómicos ha sido la comida de este lunes, sencilla, fácil, clara. La felicidad es esto, lo otro es literatura vacua, birlibirloque, trucos de mago. Ser padre es el más difícil de los oficios pero yo tengo suerte, además también es difícil el oficio de hijo.

Iker, Guillermo, gracias por la comida.

2 comentarios:

  1. Felicidades, los padres también podemos aprender de los hijos, no?

    ResponderEliminar
  2. Bonita reflexión, sí eres un hombre con suerte y además sabes disfrutarlo.
    ¡Doble suerte!
    Mariángeles

    ResponderEliminar