martes, 10 de abril de 2012

PAPAS A LA ANTIGUA

Hace ocho mil años los sabios pueblos andinos domesticaron las patatas en lugares como Huánuco, Cerro de Pasco, Junín, Huancavelica, Apurímac, Ayacucho, Cuzco y Puno. En 1537 los españoles conquistan Perú y se llevan la planta como ornamento y para alimentar a los cerdos. En el siglo XVII media Europa subsiste gracias a la patata. Su historia es larga y fascinante como la de pocos alimentos.
La patata es mito, alimento de subsistencia, fiesta, golosina salada, exquisitez humilde. En Perú se cultivan muchas variedades exquisitas que yo aún no he probado. Debería de haber un turismo de la patata. A mi me gustan mucho fritas, crujientes y doradas por fuera y blanditas por dentro. ¿cuántas patatas fritas cocinó mi abuela para mí?, ¿cuánta felicidad en tan sencillo plato? También me gustan mucho asadas en las brasas de una hoguera o de mi chimenea, bueno, ya no tengo chimenea. Cuando tenía, simplemente las asaba en las brasas envueltas en papel de aluminio y cuando estaban listas las abría por la mitad y las aliñaba con queso de cabra batido con aceite. A los niños les encantan. Las comía con cuchara, despacio para no quemarme los labios, saboreando esta joya de la cultura del mundo. Porque este mundo nuestro sería de verdad muy triste sin las patatas.

Me miro y no me reconozco en la fotografía. Andaba por Brasil buscando papas mágicas, enredaderas de los muertos, ranas fluorescentes, peces habladores, tities extintos. Y lo encontré casi todo.
Los turistas hacen fila en los Vaticanos, las Pirámides, los Museos del Prado... pero deberíamos ir al altiplano a ver cultivar las papas.






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