jueves, 10 de mayo de 2012

ARROZ y revolución 15-M


(Ilustración de Diego Fernández)

Fuiste de las primeras, de las pocas, que estuviste allí golpeando la cacerola ante el Alþingishús. Antes, los veranos, te gustaba siempre bajar al sur, al sol de Denia, a leer a Miguel Hernández y aprender a hacer arroces y acariciar peces.

Primeros días de calor en Madrid. Mientras la mayoría comienza a darse cuenta de la catadura ética y moral de banqueros de la extrema usura, los políticos de la extrema derecha, los ciudadanos de la extrema ignorancia y los funcionarios mentales, nosotros hacemos un arroz y calentamos palabras para salir a la calle soñando con tu Islandia, ejemplo de ciudadanos sensatos y sensibles aunque estén arruinados y sigan comiendo ballena. Nadie es perfecto.

Hoy, hasta palabras como república, revolución o rebeldía,  nos parecen las más lógicas, necesarias y hasta conservadoras, porque conservador es desear mantener los pocos logros sociales que consiguieron las luchas obreras de dos siglos, conservador es no seguir caminando hacia el abismo empujados por una panda de idiotas mentirosos y conservador es este arroz con alcachofas, bacalao y ostras que ahora me cocinas.

Hasta los políticos de la extrema derecha americana parece que hacen caso a tío Julito Anguita y defienden hoy la subida de salarios de los trabajadores porque, parados o con salarios bajos, los ciudadanos no podrán consumir. Y si no compran, la inmensa bola de la sociedad de consumo americana dejaría de girar y llegaría, de verdad, la crisis del sistema capitalista. Pero aquí no, aquí paro, flexibilidad laboral, salarios bajos, ladrillismo, chinificación económica, casinos, comida basura, tripago por los servicios públicos… ¿somos tan idiotas que nos vamos a dejar?

Sobre unos ajos fritos con su piel, a fuego muy vivo, has marcado la docena de ostras treinta segundos y las has sacado de ese infierno para volcar un sofrito con cebollita y tomate, añadiendo después los corazones de alcachofa cortados en cuartos, el arroz bomba y luego un caldo suave de pescado.

Cuando el arroz esta casi para hacer su reposo, has colocado encima los pedazos de bacalao desalado y las ostras tibias en armónico caos y has cubierto la paella con un trapo grueso y blanco. Me ha gustado mucho contemplar como sabes hacer el alioli con el hilillo de aceite sobre los ajos machados en el mortero grande, con lentitud y con gracia, como haces lo todo. Si no tuvieras cincuenta y cuatro y un marido tan simpático intentaría ligar contigo.

Islandesa y encima buena cocinera, casi te perdono que te guste la carne de ballena, que acaricies a los peces y que tu tatarabuelo fuera un sanguinario pirata vikingo. Anda, enséñame como meter en la cárcel a los banqueros estos, cómo echar a la calle a los políticos tramposos, como volver a ser un ciudadano digno y orgulloso, como hacer este alioli y este arroz tan rico, tan de la buena vida por la que tenemos que luchar hoy en la calle, como lo hicieron antes otros que solo comían gachas y tasajo, tocino y pan, cebolla y nada que diría tu querido Miguel Hernández. 

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