martes, 29 de mayo de 2012

SARDINAS POBRES (que no pobres sardinas)



Pescado de pobres. Sardinas de primavera. Imagino a Ulises deseando no regresar nunca a su Itaca, descansando en cualquier islita del Egeo mientras en una hoguera de sarmientos secos se hacen unos espetos de sardinas recién pescadas y el aroma del asado es el mejor perfume de su libertad.
Al viejo Henry Miller invitado por Durrell en esa misma playa, miles de años después, dejando que su cuerpo sarmentoso se seque de mar mientras un poco más lejos sus anfitriones asan unas sardinas y abren el vino frío y dulce de la amistad. Ahí quedó el librito “el coloso de Marousi” para demostrar que la felicidad solo es eso: amistad, tiempo, sol del Egeo, mar, sardinas asadas para devorar sobre un pedazo de pan y beber vino frío y mirar la vida con los ojos cerrados de la dicha.

Sardinas asadas al aire libre. Yo las sumerjo en agua fría primero, sin abrir ni desescamar y luego media hora en un puré espeso de hierbas aromáticas: laurel, tomillo, orégano fresco (ahora es época también), romero, pimienta negra, perejil…y las aso no muy cerca del fuego. Luego les quito esa piel de hierbas a medio carbonizar, limpio de espinas los dos filetillos y los coloco sobre una rebanada de pan y rocío las sardinas con un chorro de aceite, unas gotas de limón, una cucharada de tomate maduro rallado y un poco de sal mallorquina. Uno de los sabores que tiene el paraíso.

Te imagino a ti comiendo mis sardinas allí en Corfú, a la sombra del recuerdo de Ulises y del abuelito Miller, en la playa de Pelekas o de Spyridon o de Nissaki y limpiándonos luego los dedos nadando largo tiempo en ese mar donde nació la cultura.

Tenemos que volver, esta vez juntos, como viejos amantes glotones, nadadores intrépidos, lectores de las palabras escritas en la arena por Nadie y por Henry, devoradores de sardinas en sazón.

Grecia será libre, acuérdate de los últimos de Salamina. No vuelvas sin mi a Corfú. No te despertaré al amanecer para que veas cómo el sol se despereza. Pero dejaremos que el sol se esconda en la brisa de la tarde y esa luz suave caliente nuestro abrazo y todas las palabras que aún no te he dicho. Ni escrito.

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