sábado, 8 de septiembre de 2012

TOMATES DE ESPERANZA


(La foto es que Mc, las manos de Su -webosfritos.es-, pero no podría encontrar una imagen más bella  para mejorar las palabras de hoy que son para mi importantes)

 Me ha emocionado la entrada de mi amiga Su al hablar de Paco. http://webosfritos.es/2012/09/paco-el-ultimo-hortelano/  En tiempos como estos, de crisis y zozobras, a veces hablamos mucho de los grandes temas cuando los temas y las personas importantes son otras muy distintas.

Yo quitaría la propiedad de la tierra a quién no supiera trabajarla con sus manos. Poseer buena tierra sin saber como tocarla y hacer fértil sus secretos es una infamia, casi un crimen.

Esperanza es vecina de mi madre. Hace muchos años, compró con sus magros ahorros un minúsculo trozo de tierra inculta, uno de esos perdidos que quedan en los márgenes de las carreteras cuando el ministerio de la cosa expropia unos metros para quitar una curva o hacer una vía un poco más ancha. Era un trozo de tierra perdida, llena de cardos y zarzas. Por esas tierras nadie da dos duros y se quedan siempre convertidas en eriales abandonados donde no hacen hogar ni los lagartos.

Esperanza, su marido y sus hijos, en poco tiempo, convirtieron esa tierra en un vergel, en un verdadero paraíso fértil en el que cultivan con éxito de todo: tomates, berenjenas, ciruelas, higos, pimientos, calabacines, habas, higos, cebollas, cualquier cosa... Yo lo sé porque Esperanza guarda en su alma una virtud casi extinta, la de ser generosa, compartir, dar.

Es generoso quién da poco cuando tiene poco, no quién da lo que le sobra cuando tiene mucho. Esperanza siempre da de lo poco y riquísimo que produce con su trabajo en su pequeño paraíso. Si los terratenientes fueran como ella en ningún lugar de la tierra habría hambre. Ella y los suyos han compartido los frutos de su  diminuta finca sin esperar ningún justo intercambio, ninguna reciprocidad, con generosidad de vecina y de amiga. Ella es una de esas mujeres excepcionales con las que a veces nos regala el mundo. Tal vez no lo sepa, pero sus frutas y verduras nos han hecho felices muchas veces.

No son utopías ni sueños, si alguien puede convertir un pequeño secarral perdido en una huerta maravillosa, ¿qué se podría hacer con el resto de la tierra fértil del mundo?.
No son sueños, ni utopías, si alguien que siempre tuvo poco ha podido dar tanto y con tanta abundancia, tan precioso y tan rico, hay que entender que los potentados del mundo que acumulan cientos o miles de hectáreas sólo son unos tristes y miserables egoístas.

Personas como ella son las que hacen que el mundo progrese y sea mejor. De mujeres como ella se aprenden las cosas importantes para vivir. Esperanza nos ha enseñado qué significa vecindad, amistad, generosidad, sin palabras, ni aspavientos, ni grandes gestos. Un beso para ella hoy, deseando que se ponga mejor, este día de principios de septiembre en el que desayuno muy temprano un tomate con sal y aceite. Gracias Señora Esperanza.

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