jueves, 17 de octubre de 2013

COCINEROS (nota encontrada escrita tras una vieja carta de restaurante)

Foto de: fotosdebarcelona.com


Ellos no lo saben, pero les debo miles de recuerdos felices.

Ellos no lo saben, pero el amor y la ciencia que pusieron en sus guisos, el trabajo y cuidado que vertieron en sus sopas, el cariño y el arte que pusieron en sus salsas han llenado mi memoria de momentos y días deliciosos.

Ellos no lo saben, pero muchas veces visité en compañía sus restaurantes, tascas, casas de comidas. Llevaba conmigo a quién amaba y quería compartir con ella esos sabores. Y no sé si fue entonces la comida, el vino, el hambre o el deseo, pero después de comer siempre hubo ternura y amor, sexo y risas, caricias y silencio.

Ellos no lo saben, pero entrábamos al restaurante a eso de las dos o dos y media, pedíamos lo que el apetito o el bolsillo podía darnos, compartíamos la servilleta y el pan, los platos y las copas, los postres, las conversación, las confidencias, los cafés y luego la larga tarde en la que uno siente que la mesa que hay en medio ya está de sobra. Y de allí a la cama, sábanas de hotel, apartamentos compartidos, pisos de estudiante, ciudades de paso, viajes a cien sitios y el festín siempre seguía, siempre con hambre y guardé en la memoria todo lo que fuimos comiendo y disfrutando.

Ellos no lo saben, pero les debo una parte importante de la memoria feliz de lo que soy. Casi nunca les ví, muy pocas veces los conocimos, apenas media docena acabaron siendo mis amigos, pero sus guisos, ahora estoy seguro, alargaron el amor y el entusiasmo, aprendí de ellos a apreciar el sabor de muchos alimentos y también el de la mujer que dormía a mi lado. Porque el paladar se educa, se instruye, se experimenta, nos dice lo que nos gusta y nos permite comer, nos dice lo que deseamos y nos permite vivir.

Ellos guisaron para mi, me dieron de comer, alimentaron mi cuerpo sin saber que con sus platos nutrían también a mi memoria. "Confieso que he comido" en muchos restaurantes y en ellos nunca sentí que derrochase el dinero, ni el tiempo, ni la vida. En ellos aprendí a comer y a beber, a conversar y amar con apetito, curiosidad y lentitud.

Gracias cocineros. 

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