martes, 9 de agosto de 2016

CARPA FRITA

Ota Pavel cuenta cosas atroces con humor y mucha sencillez. Las zozobras de la guerra, el desprecio de los vecinos hacia su familia por miedo a los nazis, los campos de exterminio donde estuvieron su padre y sus hermanos. Pero también evoca la amistad y la resistencia que esa amistad inventa, el inmenso amor hacia un padre heroico y desastre, emprendedor y valiente, apasionado y fanático pescador…
El periodista deportivo Ota Pavel murió en Praga en 1973 a los 42 años. Su corazón no aguantó más la tristeza. Se había pasado nueve años en diferentes centros psiquiátricos tras ser diagnosticado de trastorno bipolar. Pero a pesar de las graves depresiones y el suicidio rondando por su cabeza en esos años escribió dos preciosos libros de memorias llenos de historias familiares y pesca.  “Cómo Llegué a Conocer a los Peces” y “carpas para la Wehrmacht”  salieron en Checoslovaquia en 1974 tras la muerte del autor y tuvieron mucho éxito. Aquí los ha publicado la editorial Sajalín. Hay magia en sus dos libros. Una magia rara y deliciosa. Hay que darse prisa en comprarlo antes de que se agoten o los retiren de las librerías.

No sólo en Alemania, Polonia, la antigua Checoslovaquia o Hungría consideran a la carpa un pescado exquisito y un perfecto guiso de Navidad para hacerla asada y bien mechada de tocino. Merece la pena leer en “Carpas para la Wehrmarcht” el mimo de su engorde en estanques alquilados para este fin, la valentía del padre de Ota en esta historia de guerra que da título al libro. Pero ya hemos olvidado que aquí, en nuestro país, se sabían aliñar y guisar ambos peces para que su carne fuera apetecible y sabrosa, aunque esta sabiduría sólo la tenían algunos.

En Extremadura eran típicos y muy celebrados los mojes y escabeches. Tras desescamar y limpiar las rodajas de pescado, se salaban, enharinaban y freían para luego pasar a dormir unos días en un escabeche hecho con vinagre rebajado, orégano, laurel, cebolla, ajo y un poco de pimentón. Hace una semana el tiet Josep, de Ivars D` Urgell me contaba una forma muy distinta de hacer posible que un pez muy poco apreciado en las cocinas catalanas se convirtiera en un alimento rico. Una receta de hace años, cuando había río y peces cerca del pueblo. El misterio consiste en descamar bien los peces y cortarlos en rodajas finas, de apenas dos centímetros de grosor, lavarlas, salarlas, secarlas bien y freírlas junto con guindillas en aceite muy caliente, humeante. Solo así queda el pescado dorado y muy crujiente y no tiene sabor a cieno.  Ahora comemos barata merluza chilena o económicas doradas, lubinas o langostinos de piscifactoría pero no podemos olvidar que en otro tiempo era un fiesta poder comer carpa o barbo frito. Hoy la técnica de fritura de Josep Segura se puede aplicar a otros muchos peces. La cocina es eso, dejar que algunas veces la memoria de otros tiempos ayude a inventar las golosinas de este futuro. Fritura de carpa. Le hubiera gustado mucho a Ota Pavel, Estoy seguro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario