martes, 27 de diciembre de 2016

SUQUET DE MONSTRUO (O CONGRIO)


Seguro que está rico el solomillo de Dragón, el suquet de Kraken o de cola de Sirena o un guiso de guindillas y ajos y cabellos de Medusa.
Nos comeríamos los monstruos sin dudarlo. Hasta los monstruos que amamos, lo raro, lo extraño, lo escaso, lo mítico. Nos comeríamos un carpaccio de Unicornio con salsa de Hada. Pero hoy no tenían en el mercado dragón, ni kraken, ni sirena, ni hada, ni medusa de ojos de fuego.
Además nada más monstruoso que nosotros los humanos. Romperemos la tierra como un juguete y con ella a nosotros. Nos convertiremos en fósiles y en humo. Mientras ocurre, guiso este otro monstruo delicioso. Un poco de buen congrio con patatas y cebolla, puerro, tomates, aceite, sal de Gerande, tres mejillones. Suquet de monstruo para olvidar el hambre que no tengo uno de estos días mustios, grises e inciertos.

viernes, 23 de diciembre de 2016

VIEIRA SOBRE CAMA ORDOVÍTICA



Entra por la ventana un viento de menta. Me vas a matar de una pulmonía. Le dices. Porque le gusta mucho abrir por la mañana todas las ventanas de la casa, de par en par, aunque afuera esté nevando. Ha sido ella la que ha plantado macetas de menta en los dos ventanales de la cocina y el olor de las plantas perfuma la brisa helada. 

Prepara para comer bocaditos de atascaburras encerrados en pasta brik frita y luego un poco de marisco. Sobre una fina lámina de gelatina de algas wakame extiende una crema de mejillones y sobre esa crema fría una hermosa vieira marcada en la plancha. Sobre ella apenas unas gotas de vinagreta de melisa y un salpicado de huevas de pez volador.

Para la gelatina ha rehidratado las algas, las ha picado y ha mezclado esa ensalada con gelatina neutra deshecha en agua caliente. Para la crema de mejillones ha triturado los bivalvos y ha pasado la pasta por el chino para dejarla suave y limpia de pellejos, aliñando esa crema espesa con un poco de aceite de oliva, vinagre de arroz y sésamo tostado. Tras marcar la vieira la ha troceado en dados grandes extendiéndolos por esa cama anaranjada y decorando aún más tanto colorido con las huevas verdes de pez volador al wasabi y la vinagreta alimonada.

¿Y si el mundo se acabase mañana? Le respondes que el mundo se acaba muchas veces, muchas miles de veces cada día. Sólo hace falta que quién lo contempla muera. Luego le cuentas que casi toda la vida se ha terminado también bastantes veces en la larga historia de este pequeño planeta. En el Cámbrico, el Ordovítico, el Silúrico, en el Triásico, Cretácico, Holoceno… Ha habido ya muchos fines del mundo hace miles o millones de años y habrá algunos más antes que el sol nos seque para siempre.

Si mañana se acaba el mundo sentirás que has vivido bien y mucho más de lo que siempre pensaste. Y si no se acaba, seguirás disfrutando de la fortuna de vivir y de tocar un día más el presente. Saboreáis los saquitos de pasta de bacalao y patata, la vieira en su cama, la tarde, la nieve de fuera con olor a menta y os bebéis despacio el Syrah manchego. Ella se queda algo inquieta con eso del Ordovítico. Él sonríe con los ojos cerrados tocando con los labios su piel, parte exterior de un ejemplar animal que apareció por aquí hace sólo doscientos mil años y cuya esperanza de vida era hasta hace pocos siglos menos de cuarenta años. Tal vez explote una supernova y nos frían sus rayos gamma, o reviente sobre la tierra un meteorito o vuelva una glaciación o una tormenta solar o cualquier otra desgracia del azar, las posibilidades de hecatombe planetaria son diversas, pero el tiempo íntimo, subjetivo, imaginario, personal es otra cosa y se puede alargar durante la noche, estirarse, detenerse, enredarse... que para eso somos nietos y nietas de Scheherezade.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Propuesta de CENA DE FIN DE AÑO (receta dedicada a VEGA de Paloma Concejero)


Ilustración de José A. González  Carrasco

Aniquilo el bogavante y le desnudo del músculo de su cola. Le medio congelo para poder cortar finas rodajas a modo de carpaccio que aliño luego, extendidas sobre un fuente, con sal, aceite y gotas de puré de tomates secos, albahaca y guindilla. Golpe de horno fuerte y listo.

Tus ojos brillantes y la linterna medio agotada, el pajar enorme que olía a verano aunque era diciembre, tu pelo largo negro y aquel cuerpo tan delgado que ya no tendrás, el año agonizando y con él la década entera de los setenta que apenas habíamos conocido, la botella de ron y la bolsa de patatas fritas, la sorpresa de no tener ningún miedo ni ninguna torpeza, tus piernas calientes en las mías.

La sopa de ajo sin huevo, enriquecida tan solo con traslúcidos torreznitos de ibérico.

Tus ganas, sin amor ni despropósitos, sin cuentas pendientes ni pactos herrumbrosos, furiosas y lentas, tus ganas que podrían llamarse deseo que podían escribirse con muchas onomatopeyas y un largo silencio prendido en tu sonrisa prendida en un beso con sabor a tabaco y a tu sur.

Gelatina de zumo de granadas bien maduras y bien fría. Champán helado. Mucho.

Enredar con las palabras, fabular con esa voz que suena, no jugar a volver. Tienes cincuenta años en alguna parte. La cocina como educación sentimental y Antonio Vega susurrando. El viejo libro de Aub entre mis manos, la arrogancia embelleciendo tu voz. Has olvidado como era aquello de no sentir las prisas.

Se acaba el año, suenan las campanadas en algunas televisión del inframundo y en las voces ahogadas de la calle. Pero estamos lejos. Huele a heno de verano, a mar y a todo el porvenir y todo el porvivir y a todo el...

viernes, 9 de diciembre de 2016

GARBANZOS MILITANTES

Foto de Till Rabus (¿crítica a la comida basura?)

En el amor la salsa es casi todo. Presuponemos que la materia prima es excelente, el clima bueno, el hambre suficiente y los prejuicios ninguno para pringar y rebañar.

Lo primero es el caldo verdulero: puerro, apio, nabo, zanahoria, cebollas tostadas, laurel, hierba limón, algún hueso blanco... Nada de grasaza animal ni casquerías finas, para eso mejor la cama, siempre. En ese caldo fino y ligero cocemos los buenos garbanzos ( y las verduras cocidas las podemos guardar para enriquecer algún puré de patatas del futuro) En casi nada de aceite salteamos las gambas peladas aliñadas con un poco de pimentón y cuando ya están cocinadas añadimos los garbanzos y rehogamos a fuego fuerte unos segundos. A parte laminamos y doramos en aceite abundantísimo cinco dientes de ajo. Sacamos los ajos y hacemos allí los lomos de bacalao desalado al pil pil. Para ligar la salsa pilpila podemos darle a la muñeca con mimo o bien al final, cuando el bacalao ya esta guisado, retiramos los lomos y ligamos fuera del fuego la salsa con la varilla de montar claras. No se puede ser sublime sin interrupción.

El estropicio se come colocando un montoncito de garbanzos y encima el bacalao con su abundante salsa pilpil. Pringar no es opcional. En el amor idem.